El blog d'en Joan Ferran

6.7.08

Bochorno Popular



Con el mes de julio han llegado los calores a Catalunya y los congresos de los principales partidos políticos del país. Sí, y también un pegajoso bochorno -como es obvio no atribuible a condiciones ambientales relacionadas con la temperatura y la humedad- se ha apoderado de algunos ambientes políticos, especialmente de los que giran alrededor de la galaxia “popular”. Este bochorno político agobia a propios y a extraños. Se nos antoja molesto porque proviene de un conjunto de decisiones tomadas piramidalmente des de la madrileña calle de Génova. A la receta salomónico-mariana de imponer la presidencia de Alicia Sánchez Camacho se le supone, eso sí, la buena intención de pacificar la sucursal catalana del principal grupo opositor español. De acuerdo, pero el método empleado no es de recibo. ¿Por qué? Se preguntaran ustedes, ¿Por qué un socialista catalán lamenta profundamente una reyerta entre populares? Pues muy sencillo. Nos hubiera gustado, por el bien del país y de su estabilidad, que en el cónclave de los populares catalanes alguien hubiera insinuado la necesidad de girar hacia el centro y que ese giro, o ese quiebro, llevara como medicina reparadora la retirada del recurso contra el Estatuto de Catalunya del Tribunal Constitucional. Pero no. En los papeles teóricos y programáticos del congreso popular cuesta tanto hallar aire puro y novedoso como entender mínimamente lo que sucede. Voy a ser más sincero aún. Nos hubiera gustado también que dada la profunda indefinición de Convergencia, en lo que concierne a los lindes de su propuesta respecto a la relación de Catalunya con España, el PP fuera capaz de atraer para si sectores conservadores catalanistas debilitando, de paso, los resultados electorales de Artur Mas... ¡Pero ni por esas!

Lamentablemente hay torpeza a raudales en las filas del PP. Ante la nueva dirección que surja del Congreso van a emerger un sinfín de problemas. Como muestra un botón: la señora Camacho ostenta un cargo de representación pública en el Senado español. Su actividad parlamentaria la obliga a permanecer en la capital del Estado por un espacio de tiempo considerable. La nueva presidenta del PP catalán tendrá dificultades para confrontarse, como mandan lo cánones, con sus principales adversarios y competidores políticos. Se podrá objetar que un reparto inteligente de tareas en el seno del equipo conservador permitirá, por ejemplo, a Daniel Sirera seguir ejerciendo de porta voz en el Parlamento Catalán y a Montserrat Nebrera practicar la “libre expresión”. Quizá sí. Pero la duda, la pregunta, surge de forma automática. ¿Puede el señor Sirera tras ser devaluado como número uno del PP catalán competir cómodamente con sus adversarios? ¿Qué credibilidad tiene un político que ha sido degradado por sus correligionarios?

Les decisiones salomónicas desgraciadamente conllevan el terrible riesgo de partir la criatura en dos. Y eso es lo que está sucediendo en el seno del PP. Algunos podrán argumentar que este fenómeno es bueno y positivo para Catalunya. Creo que se equivocan. Olvidan que los “populares” son, al menos en potencia, una fuerza electoral nada desdeñable y que recoge en algunas circunscripciones catalanas tantos votos, o más, que los que obtiene ERC. El PP representa una forma de vehiculación democrática y civilizada de determinadas sensibilidades conservadoras, una práctica política. La orfandad referencial de esta derecha no sería conveniente para nada ni para nadie. Lo he dicho con anterioridad. Me duele la deriva popular, y no porque desee su triunfo en las urnas, si no porque su debilidad y lucha fraticida impide el asentamiento de una derecha razonable. A la sangría que se desató con la marcha de Josep Piqué y Francesc Vendrell habrá que añadir ahora la autoinmolación de una nueva Juan de Arco, en forma de Montserrat Nebrera, dispuesta ha dejarse quemar diciendo: “hay demasiada gente que cree en mi”. Todo ello penoso e inútil. ¿Acaso no hay nadie sensato en las filas populares capaz de advertir que la huida hacia delante de CDC deja un profundo vacío político? Las huestes de Mariano Rajoy deberían tener en cuenta que muchos de sus acomodados electores catalanes lamentan la ausencia de referentes estables y carismáticos como los que encarnaba Jordi Pujol. Estos huérfanos políticos de hoy no creen ni en las poses de Artur Mas, ni en las veleidades de un Felip Puig. Eso sí, desearían encontrar cobijo y palabras convincentes que emanasen de un sólido equipo conservador de centro. Pero, es obvio, de momento en la casa de los “populares” nadie sabe lo que hay que hacer. Ni con ni sin Cospedal.

Article publicat al diari El Mundo