SIN EXIGENCIAS PORFA !
Observen la diferencia. Tras la reunión de la Comisión Bilateral entre el Estado y la Generalitat la ministra de Política Territorial Isabel Rodríguez -aplicando el método Josep Tarradellas- declaró en rueda de prensa que todo había ido bien, calificó de histórica la reunión y constatables los acuerdos alcanzados. Botella medio llena desde la óptica del gobierno español. Por su parte la consellera, Laura Vilagrà, insistió educadamente en acelerar los traspasos mientras que, el halcón Puigneró, aprovechó la ocasión para calificar lo acordado con Rodríguez de ‘escaso y de poca entidad’. Botella medio vacía desde la mirada, siempre bifocal, del Govern de la Generalitat. Conclusión: botella de plástico susceptible de resquebrajarse, de tanto sobarla, esperando el advenimiento de la mesa de diálogo. Un episodio más del culebrón post procés tras la ópera bufa protagonizada por Laura Borràs, hace unas semanas, en el Parlament. Si el mundo es un pañuelo, Cataluña es una brizna. Coincido en un evento con una persona que, en su día, formó parte del Govern de la Generalitat. Tomamos café y charlamos amistosamente. Tras las inevitables preguntas de rigor acerca de la salud y las respectivas familias, comentamos el desconcierto que reina en el seno del ejecutivo que preside Pere Aragonès. Repasamos algunas de sus disensiones internas más estridentes, y los miedos que atenazan a ERC respecto al qué dirán los de la CUP o los de Junts. Mi interlocutor cierra la conversación afirmando: ”Si hubiéramos seguido practicando la táctica que nos enseñó Jordi Pujol, la del ‘peix al cove’, hoy gozaríamos de mejores cotas de autogobierno, tendríamos una buena financiación, pocos líos en Madrid, y nos olvidaríamos de los problemas identitarios. Fíjate en el PNV”. Ignoro cual hubiera sido la resultante de una década de predominio nacionalista conservador en una Cataluña sin el procés y sus efectos colaterales; pero, como reflexión-ficción, el tema no deja de ser sugerente. Comparto la idea esbozada en las páginas de este diario por Jordi Garcia-Petit, según la cual los nacionalistas han construido un ‘tinglado’ institucional y civil útil para crear ideología, ganar elecciones, ocupar poderes y crear clientelismo. Quizás por eso la pregunta que flota en el aire es dilucidar si ese ‘tinglado’ apuesta hoy por un pragmatismo hijo de la realpolitik, abandonando veleidades decimonónicas, o bien prepara las condiciones subjetivas para una nueva farsa secesionista. Toca posicionarse. O una cosa o la otra, nunca ambas a la vez. Los impacientes de Can Pere Aragonès, que anhelan transferencias exprés y exquisitez en el trato, deberían meditar, por ejemplo, acerca del papel de sus partidos en el show de la reforma laboral; también acerca de los discursos maximalistas, o negacionistas, cuando se habla de la mesa de diálogo. Para complicar aun más el panorama la negativa del President de la Generalitat a acudir a la reunión de La Palma deviene difícil de justificar ante la opinión pública y el resto de autonomías. Todo eso genera desconfianzas y desafecciones que no ayudan a desencallar los temas pendientes. La rueda de prensa de la ministra transmite optimismo; las declaraciones de los consellers un victimismo pasado de moda; el absentismo de Aragonès supura soberbia. Pere Aragonès pidió consenso y propuestas en la sala oval del MNAC. Los Comunes le hicieron llegar algunas ideas. Salvador Illa le planteó en Palau ‘43 propuestas de agenda de país’. En ellas no faltaban sugerencias para una mejora sustancial de la financiación autonómica y el autogobierno de Cataluña. A nadie se le escapa que el dirigente socialista no va por libre si no que goza de crédito, respaldo y de la confianza del gobierno de España. Abrir el diálogo en Cataluña, como pide Illa, facilitaría las cosas a todos los niveles. Las impaciencias y el postureo de los de Can Pere Aragonès, en cambio, taponan salidas.
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