Ciu a la desesperada
La torpeza convergente
De aquí a un par de meses escasos la ciudadanía catalana acudirá a las urnas y despejará la incógnita .Uno de los candidatos en liza deberá formar gobierno en solitario o en coalición. Mientras tanto, les puedo vaticinar, que asistiremos a un espectáculo continuo confeccionado a base de declaraciones y contra declaraciones, de promesas realizables y de otras no tanto. La escenificación de las diferencias se pondrá de manifiesto hasta el extremo de enfrentar a los socios y a los amigos. Seguramente alguien, en un exceso de puritanismo, criticará la puesta en escena de las desavenencias y las discordias. Tranquilicémonos, no pasa nada, todo ello forma parte de los rituales democráticos, es consustancial la lucha por el voto del ciudadano. Estamos acostumbrados a ello después de treinta años de democracia parlamentaria. Ahora bien, dicho esto, convendría erradicar de la política la ficción, el engaño y la utilización mezquina de las desgracias ajenas para fines electorales. En Cataluña, el pasado mes de agosto, ha sido uno de los más placidos que se recuerdan. La ausencia de grandes incendios, unas fiestas mayores sin conflictos destacables han sido la tónica predominante del verano. Solo enturbiada por los sucesos salvajes del Prat y la presencia de medusas. Obviamente nadie ha osado,- aún- culpar a los gobiernos de la plaga de estos animales urticantes. Pero-ante los hechos del aeropuerto- sí que se han atrevido a adjudicar responsabilidades políticas gratuitamente con ánimo de erosionar al gobierno. No importa donde, sea aquí o sea en Madrid. Algunos ilusos de la bancada convergente creen que así consiguen rentabilidad electoral. No les inquieta que sea a expensas del sufrimiento ajeno, de la desgracia de muchos y del sentimiento de rabia de los perjudicados. No han servido de nada las explicaciones ni el conocimiento de la complejidad e irracionalidad de esta huelga en el Prat. No se ha valorado el esfuerzo de las administraciones por conseguir recobrar la normalidad, por evitar males mayores o por intentar resarcir a los damnificados. El mes ha tenido como colofón un triste debate en el Parlament. En él la oposición se ha mostrado carroñera y nada propositiva. Esta es una de las prácticas políticas deleznables que debemos erradicar. Pero eso no es todo. Inmersos ya como estamos en una atmósfera preelectoral no deja de ser chocante que una formación, como CiU, persista en practicar un tipo de oposición o de discurso carente de estrategia y contenidos. Tradicionalmente los convergentes han alardeado siempre de poseer una cultura de gobierno sólida. Sus últimos movimientos en la escena de la política catalana parecen indicar todo lo contrario. La presentación de sus listas electorales devino un insulto a la inteligencia. Bajo una supuesta renovación de personas y de métodos pudimos detectar los mismos personajes de la anterior legislatura ordenados de forma distinta. Bajo la supuesta igualdad de géneros la paridad hace aguas en Tarragona, Lérida y Gerona… Las propuestas programáticas permanecen en el anonimato y su líder, Artur Mas, se muestra incapaz de salir del círculo vicioso, de superar la mediocridad de los que tan mal le aconsejan. El país precisa buenos gobiernos pero también una buena oposición. Un control parlamentario sin propuesta alternativa es un ejercicio inútil. Una crítica sustentada en acontecimientos fortuitos no es seria. Y, desgraciadamente, esto es lo que se nos ofrece desde las filas convergentes en esta antesala de las próximas elecciones autonómicas
Es una evidencia notoria que los gobiernos ¿?de Pasqual Maragall no han conseguido agotar la legislatura. Es cierto que han cometido errores y que, en su andadura, los problemas se han prodigado. De acuerdo, pero un somero balance de este período nos muestra que la tarea realizada ha sido ingente, que va mucho más allá del tema estatutario y que estamos en puertas de culminar positivamente un cambio de ciclo a todas luces beneficioso para Cataluña. Convergencia debería reflexionar sobre el estilo de su política opositora y sobre los mensajes que emite a la ciudadanía. El acerbo acumulado por CiU no puede, en interés de Cataluña, ser dilapidado por un grupito de radicales en las formas que empujan a la formación a la política estridente. El país, insisto, precisa que sus principales fuerzas políticas sepan ajustarse a las exigencias del momento histórico en que vivimos. Urge desarrollar el Estatut. Conviene acordar un montón de leyes y negociar múltiples acuerdos bilaterales… Para todo ello se precisa rigor y seriedad. La acción pública que desarrolla el nacionalismo catalán no conserva la cultura de gobierno de la que hizo gala el presidente Pujol en otros tiempos. Esperemos que sus torpezas no empañen ni la campaña que se avecina, ni la próxima legislatura.
articulo publicado en El Mundo
<< Home