Entre malcarado y sectario...
El Parlamento de Cataluña las ha visto de todos los colores. Sus muros han sido testimonio de jornadas históricas, instantes emotivos e intensos debates. El Diario de Sesiones recoge en sus páginas las intervenciones en el Pleno de grandes i pequeños políticos, de brillantes oradores y de personalidades empeñadas en defender con convicción sus planteamientos. En sus estancias se han gestado infinidad de acuerdos y pactos. Allí se ha debatido sobre política educativa, incendios, guarderías, medios audiovisuales… Por lo general el interés y el nivel de estos debates permitían extraer de ellos orientaciones y enseñanzas útiles para la mejora de la gestión de las cosas públicas y la calidad de vida de la ciudadanía. Así ha sido durante años y hasta nuestros días. Pero, recientemente han sonado las señales de alarma. Algunos con, su actitud, están propiciando una cierta banalización del Parlament.
El caso es que, CiU, tras las elecciones del primero de noviembre del 2006, se encuentra sumida en una melancolía atormentada que le impulsa a comportarse con una agresividad verbal y gestual inusual en un grupo político con cultura de gobierno. Este estado anímico de los nacionalistas repercute negativamente en el clima político catalán. Es más, si a esta atmósfera malhumorada, añadimos que el nuevo reglamento de la cámara facilita un mayor uso de los mecanismos de control y seguimiento del ejecutivo sin los requisitos y las cláusulas de salvaguarda de antaño, nos hallaremos ante el peligro de un deterioro de las reglas del juego democrático, de la dinámica parlamentaria. Hemos podido comprobar como, en la práctica, el grupo de diputados que lidera Artur Mas hace un uso perverso de la nueva situación. Para ellos el Parlament deviene hoy una simple caja de resonancia de su erosiva política antigubernamental. Atrás van quedando aquellos debates históricos del pasado que son recordados por el año de su sustanciación y por su temática política. Seamos francos, el pleno celebrado esta última semana no reposará en el recuerdo de la historia del parlamentarismo por sus resoluciones si no mas bien por sus exagerados índices de tacticismo y oportunismo político. ¿Por qué? Muy sencillo. Unos –los convergentes- se acercaron al parque de la Ciudadela con la mente y mirada puesta en los malos augurios que les anuncia la demoscopia. Otros –los de ERC- sensibles a la presión de sus bases y a los emplazamientos patrióticos con los que le bombardea CiU, acudían al Parlament dispuestos a singularizarse y a medir el nivel y la musculatura de su patriotismo. Y claro, con un precalentamiento de este tipo no es de extrañar que la proyección mediática del debate haya estado preñada de ridículos de todo tipo, de votaciones sin contenido práctico alrededor de un plato típico del nacionalismo –la autodeterminación- dispuesto a ser recalentado a la menor ocasión.
Argumentábamos con anterioridad que desde el pasado mes de noviembre Artur Mas no ha cejado en su empeño de introducir un par de mensajes simples entre la ciudadanía. A saber, el primero consiste en argüir que el Gobierno es débil, que no gobierna ni decide, que no actúa, que no defiende con firmeza el Estatuto, etc. etc. El segundo consiste en afirmar que todo va mal, que el país ha dejado de ser él mismo para caer en las fauces del PSOE, que todo deviene catastrófico. Superficiales y patéticos estos mensajes pero graves en cuanto que introducen en la sociedad el virus del desencanto. Y claro, después de haber trabajado intensamente durante estos meses en esta tarea derrotista, a los prohombres convergentes no se les ocurre otra idea que la de propiciar un debate parlamentario acerca del despliegue estatutario. Y lo provocan cuando ni tan siquiera han trascurrido los cien días de bula de los que goza cualquier nuevo ejecutivo. Increíble.Así las cosas los de CiU acuden al Pleno del Parlament sin ideas, con una cartera vacía de resoluciones y con la cabeza llena de reproches al presidente Montilla. Ante esta situación la escenificación de la opereta nacionalista estaba condenada de antemano al fracaso pero… ocurre el milagro: ¡la calçotada! Y así comprobamos, en vivo y en directo, como los efectos alucinógenos de este vegetal generan un lío gubernamental que da munición a Mas para hostigar al Gobierno.
Pero ni por esas. A la hora de la verdad, y tras haber estado anunciando a bombo y platillo durante semanas un gran plan estratégico diseñado para sacar a Cataluña de su oprobio, las preclaras mentes convergentes se enzarzan en una competición con ERC por ver quien va más lejos en la utopía independentista. La tropa de Mas minimiza lo cotidiano, concentra su proyecto salvador en un par de folios y cuatro propuestas de resolución dejando así en manos de los fieles al President el camino libre par explicar la acción de gobierno. ¡Gol! Si señores, pero lo realmente preocupante comienza a ser la banalización del Parlament y la política que practican Felip Puig y Mas. ¡Vaya par de patriotas!
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