En su discurso José Montilla relató la obra hecha y no ocultó las dificultades hijas de la crisis económica mundial y de la lentitud del gobierno español para resolver sus asuntos pendientes con la Generalitat . El President dio muestras de equilibrio y seguridad pero también de exigencia. El ciudadano ve en él virtudes poco comunes entre los políticos. A saber: no exagera, no alardea, no se extralimita y golpea con firmeza sobre la mesa solo cuando es estrictamente necesario. Su estilo comienza a crear escuela, a ser valorado al alza.
Pero el ecuador de la legislatura también ha permitido oír las voces de los detractores de la gestión gubernamental. Vaya por delante que el contraste de pareceres y la crítica es inherente al sistema democrático pero, para que ésta última tenga credibilidad, debe ser hija de la mesura y objetivable . Dicen que el ciudadano acostumbra a criticar ácidamente a los gobiernos. Cierto, pero en su fuero interno sabe discernir, ponderar y reconocer los aspectos positivos de sus gobernantes. Siempre los hay. No todo se hace mal. Y es en este punto donde las huestes de Artur Mas yerran. Su tremendismo, la dureza verbal de sus valoraciones y el menosprecio que muestran ante las propuestas del President les abocan a la exageración, a no ser creíbles . Decía Napoleón Bonaparte que cuando se hacen tonterías, estas deben dar al menos resultados. Ahogado por sus prisas por volver al poder Artur Mas ha protagonizado ya unas cuantas tonterías. La primera de ellas, quizás bajo los influjos del lendakari Ibarretxe, fue la de proponer un referéndum en el hipotético caso de que, una sentencia del Tribunal Constitucional fuera negativa respecto al contenido del Estatut. Es evidente que ahí Mas y los suyos no valoran la conflictividad y las complicaciones de tan “brillante” idea. La segunda gran tontería, con patente del dirigente nacionalista, ha sido solicitar la disolución del Parlament y la celebración de elecciones anticipadas como antídoto a todos los males. Nuevo error. En plena crisis económica lo que los países precisan es tranquilidad, orden y gobiernos con un norte bien definido. Una disputa electoral, hoy, sería el peor remedio para un salida en positivo del entramado económico en el que nos encontramos. Y por fin la tercera, y más perfeccionada tontería, ha consistido en pedir a José Montilla una remodelación del gobierno catalán. Patético. Y no se lo pierdan, todo ello acontece en pleno aniversario de la primera piedra de la Casa Gran del Catalanismo. Casa virtual, por cierto, donde Duran Lleida y su gente no tienen alojamiento, la despensa permanece vacía de nuevas ideas y Miquel Roca dice no querer visitar. ¡ Un poco de seriedad por favor¡ El país exige y merece seriedad. Se podrá discrepar del gobierno Montilla pero su oferta política rezuma sentido común y don de la oportunidad. La de CiU no.
La crítica conferencia de valoración de este período pronunciada por Mas en la Pedrera no contribuye en lo más mínimo a vertebrar una acción común de las fuerzas catalanas en la linia de conseguir un desarrollo pleno del Estatuto y una buena financiación. Por cierto, si la memoria no me falla, es la primera vez que en un balance de este tipo UDC, mediante José Mª Pelegrí, ha tenido la oportunidad de intervenir. Siempre habían sido relegados al silencio. ¿Qué ha sucedido?
Los liderazgos se construyen alrededor de propuestas susceptibles de ser compartidas, jamás sobre la negación de los demás. Montilla ofrece pacto y unidad de acción desde el puesto de mando de la institución que preside. Artur Mas oferta pesimismo y desconfianza. El President confía en que los resultados sean positivos. Todo parece indicar que Artur Mas sueña con el caos para poder edificar su iglesia. Mas pretende ser el Obama catalán y lo manifiesta con torpeza. No lo conseguirá ni con el discurso con el que nos obsequia ni con un abono anual a un centro de rayos uva.
<< Home