FRANCESC-MARC ÁLVARO... ¿QUO VADIS?
Doy fe de que en el diario La Vanguardia escriben excelentes articulistas. He comentado en más de una ocasión que me encanta el estilo y la prosa de Pilar Rahola –ella lo sabe- a pesar de no coincidir con sus análisis sobre la política internacional. Sin embargo comparto con esta dama de las ondas opinión sobre la ralea de algunos pajarracos de nuestro hemisferio político. Me gusta leer a Antoni Puigverd porque me ilustra, porque abre las ventanas a mundos que están aquí y no acabamos de percibir en su totalidad. Me fatiga Jordi Barbeta porque es previsible, se le ve venir, se le adivina… Pero. ¿Y Francesc-Marc Álvaro? Ah, Francesc, Francesc… He tenido ocasión de entrevistarme con decenas de sus alumnos que, convenientemente aleccionados por él, acudían al Parlament para recavar mi opinión sobre la política catalana. Probablemente este era uno de los peajes a pagar por ser algo deslenguado y un pelo heterodoxo. He hablado en un par de ocasiones con él compartiendo mesa o pica-pica de editorial. Sigo los escritos de Álvaro y hace años que lamento sus tesis sobre la transición, sus agrios comentarios sobre la generación que protagonizó la lucha antifranquista; pero eso hoy no viene a cuento. Leo con atención sus columnas y compruebo en ellas, a mi pesar, una evolución hacia el mal humor permanente, un contrapunto artificial, un escoramiento hacia un nuevo “carreterismo” sin Carretero. Legítimo todo ello. ¡Faltaría más! Pero lo que me fastidia del bueno de Francesc es su facilidad para tocar la polka que conviene cuando conviene. Ahora le ha dado por hostigar asiduamente al Govern de la Generalitat y, en especial, al conseller Joan Saura. De nuevo nada que objetar, todo ello es lógico, saludable en una democracia. No obstante, le recomendaría a F. Marc Álvaro que lo hiciera con mayor coherencia y rigor. Hace apenas un par de años, el 2 de mayo de 2007, Álvaro glosaba en La Vanguardia la valentía del Departamento de Interior por haber dado publicidad a los sucesos acaecidos en la Comisaría de Les Corts y abogaba por la extensión, urbi et orbe, del “derecho a transparencia”. Hoy, 19 de junio del 2009, dos años después de aquel artículo elogioso con Interior, un Francesc Marc-Álvaro amnésico nos cuenta todo lo contrario. Maldice la difusión de aquellas imágenes afirmando que nunca debieron ver la luz, arremete contra los mandos de interior y se erige, a posteriori, como defensor de los que en otro tiempo acusó de malos tratos. Paradójico todo ello. Si no me creen tiren de hemeroteca, se sorprenderán de la versatilidad de la que somos capaces los humanos. No seré yo quien opine sobre el cuerpo de los Mossos de Esquadra. Pedí en su día que les dejaran en paz y se les diera apoyo. Merecen mi más absoluta confianza. Lamento profundamente, eso sí, el doble lenguaje de Álvaro y la evolución de su discurso hacia el Apocalipsis. En estos momentos me asalta una duda. ¿Lo de Álvaro es un encargo, una confabulación o una evolución sin retorno?
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