NUESTROS VÁNDALOS
El diccionario de la lengua describe el vandalismo como un espíritu de destrucción que no respeta cosa alguna, ni sagrada ni profana. Cuentan que este nombre toma su actual significado a partir del saqueo de Roma protagonizado por los vándalos allá por el año 455. En nuestras ciudades y pueblos hay tribus de ‘destroyers’ que todo lo arrasan. Son los vándalos del siglo XXI, son gamberros en estado puro. Un grupo de desconocidos se introdujo la madrugada del sábado en unas dependencias del alcantarillado y distribución de aguas freáticas del paseo de Sant Joan de Barcelona. Parece ser que su objetivo era disfrutar de un botellón en un lugar insólito y decorar el espacio rociándolo con aerosoles. Pocas horas antes, alrededor de unas 70 personas celebraron una fiesta de cumpleaños pintarrajeando las estaciones de metro de Jaume I y de Passeig de Gràcia, y unos cuantos vagones de un convoy. En Girona arden coches y contenedores los fines de semana y en Barcelona apedrean trenes de cercanías. Sociólogos y psicólogos se estrujan el cerebro intentando dilucidar los motivos, las razones que impulsan a ciertos individuos a dañar gratuitamente el patrimonio y los bienes de uso colectivo. Algunos aducen que estas actitudes son expresiones de sabotaje cultural, de protesta social; otros consideran que es tan solo un ejercicio contra el aburrimiento. Sea lo que fuere ahora le toca a las administraciones, es decir a todos, reparar y costear los desperfectos. Y a las policías evitar que proliferen.
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