EL BOTELLAZO
El 2024 ya está haciendo ejercicios de precalentamiento para salir a la cancha e intentar hacer realidad el enunciado: Año Nuevo, vida nueva. Ustedes y yo sabemos que es de ingenuos pensar que un simple cambio de dígito va a traer consigo, gratis et amore, un ambiente político más distendido que el de los últimos meses pero... Al llegar a estas fechas muchas personas aprovechan la ocasión para manifestar el propósito -no siempre observado- de cambiar de hábitos o costumbres. En el ámbito institucional y político también se da este fenómeno. Buenas palabras y nobles intenciones afloran de los labios de muchos alcaldes, concejales y diputados pero, por desgracia, la chulería de algunos sigue marcando estilo. Mitigado el efecto del botellón en las calles de nuestro país ha hecho acto de presencia en los plenos municipales el botellazo y el improperio. Ni espíritu navideño ni gaitas. Lo vivido en los plenos de Madrid, o en Cangas, no es de recibo. La agresividad de Javier Ortega Smith lanzando una botella contra un edil de la oposición, o la violencia gestual y verbal apreciada en la localidad gallega han disparado las señales de alarma. A los ciudadanos no les gustan los brotes de violencia, no son edificantes. Si llegamos a la conclusión de que el año que dejamos atrás no ha sido todo lo bueno que era de desear; si estamos convencidos de que, por el bien de todos, conviene un nuevo código verbal en las relaciones políticas ¿Por qué no iniciamos el 2024 generando buen rollo?
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