El blog d'en Joan Ferran

18.8.13

LA VÍA PERSONAL

 




ENTRE TRUMAN Y LA MARMOTA




A veces creo vivir bajo los efectos del llamado Síndrome de Truman Burbant. También sospecho que muchos de mis conciudadanos padecen en su vida cotidiana, consciente o inconscientemente, los efectos perniciosos de ese decorado que algunos se han empeñado en convertir en algo verídico para que olvidemos la cruel realidad que nos rodea. El ‘Show de Truman’ es una buena película que dirigió en su día Peter Weir y protagonizó Jim Carrey. Obtuvo varias nominaciones a los Oscars, cierto, pero su mensaje de alerta es lo que importa. En el film, la ciudad donde habita el protagonista –Seahaven- es un gran decorado donde todo está controlado a sus espaldas, sin su conocimiento. Vive inmerso en una gran mentira. El ir y venir de las gentes, la información, el clima, e incluso el curso del tiempo forman parte de un engranaje que Truman ignora.
El bochorno propio de algunos días de verano parece haber contagiado el quehacer informativo de algunos medios de comunicación. Recuerdan el Día de la Marmota (Atrapados en el Tiempo) que en un decorado, a lo Show de Truman, disertan día sí, día también, acerca de la amplitud de la ‘Vía Catalana’ y sobre si ésta será de ancho europeo o de vía estrecha. Nos martillean con tediosas e insufribles entrevistas a supuestos dirigentes políticos –nada que ver con los de antes- siempre dispuestos a regurgitar los mismos temas; o nos cuentan las últimas gracias y andanzas de unos gibraltareños cabreados como una mona (de las suyas, claro). ¡Ah, lo olvidaba! Muchos de nuestros medios juegan al yo redundo, tú redundas, todos redundamos hablando de Rajoy y Bárcenas provocando la náusea infinita… Monotonía, tedio, fastidio… Eso sí, el buen profesional da gracias al altísimo porque, muy a su pesar y dentro de la desgracia y el horror, puede informar al ciudadano abiertamente acerca de una crisis como la egipcia.
Pero todo acostumbra a tener su principio y su fin. El bueno de Truman, tras treinta años en un mundo artificial, sospechó que algo no iba bien, que vivía manipulado. Reaccionó… pero eso sería otra historia.
Agosto empieza a fenecer, ha pasado su particular Rubicón y las tormentas lo asedian para que expire y de paso a las más que patrióticas emociones septembrinas. Amaral cantó aquello de “No quedan días de verano para pedir perdón…” De momento y antes de que el otoño nos incite a la rebelión intentare desesperadamente encontrar mensajes novedosos, sensaciones e ideas de nueva factura. Lo hare cambiando de canal, echando mano de parabólica, siguiendo el opio de la Liga de futbol o sumergiéndome en recuerdos de infancia de la mano de Johnny Depp y ‘El Llanero Solitario’. Más allá de las marmotas y del Síndrome de Truman nos queda una Vía…la Vía personal.