¿DERRIBOS IGLESIAS-COLAU?
Pues sí, amigos. La ironía está servida de nuevo desde el momento en que otro Pablo Iglesias –el actual cabeza visible de ese movimiento ciudadano que se ha transformado en partido político y que lleva como nombre “Podemos”- adopta como una de sus tareas inmediatas la “deconstrucción” del PSOE, y no solo del PSOE…
Pero existe aún otra ironía pendiente que puede acontecer. Sabido es que la historia no cesa de repetirse y que, a veces, el radicalismo de izquierdas tiene como último beneficiario a la derecha conservadora y, como víctima, a las izquierda posibilista; a la izquierda que por encima de la retórica –a pesar de sus grandes errores y renuncias- ha sido capaz de transformar en positivo la sociedad. Tanto el telepredicador Pablo Iglesias como la activista metida a candidata Ada Colau, en eso coinciden con la derecha y los nacionalistas, desean que el socialismo ibérico desaparezca en todas sus variantes. Legítimo y respetable su deseo pero, a renglón seguido, la pregunta surge evidente: ¿A quién beneficiaría esa desaparición? ¿Acaso Colau e Iglesias creen que sus propuestas políticas, más allá de generar ruido, son factibles y realistas? Saben que no, saben que el sistema lo único que les va a permitir es actuar de voceros antisistema como recompensa por intentar liquidar a la izquierda con soluciones. Permítanme como, colofón, transcribir un párrafo de Donald Sasson extraído de su obra Cien Años de Socialismo:
“No sé hasta qué punto la idea del socialismo podrá capear el gran caos del fin de este milenio y del principio del siguiente. Las personas que han simpatizado con el proyecto socialista, compartido sus esperanzas y sus valores y que se han impacientado con las infinitas prevaricaciones, los agravios, las vacilaciones embrutecedoras de sus partidos pueden muy bien recordar que, cuando ya se ha dicho y se ha hecho todo, estos partidos son la única izquierda que les queda”.
De acuerdo amigos, no sé si la socialdemocracia será capaz de capear el caos del que nos habla Sasson. No lo sé. Pero estoy seguro de que se esforzará, por el bien de todos, en salir del agujero y retomar la iniciativa. No es tiempo de aventuras.
Fue el situacionista Guy Debord quien releyendo a Marx nos habló del fetiche de la mercancía y de su relación con los medios de comunicación. La izquierda ha abominado una y mil veces de la política como espectáculo. No deja de ser curioso que alguno de estos “emergentes” empeñados en ‘deconstruir’ la socialdemocracia lo intenten mediante el espectáculo y la teleprédica. Ya no ironía, sino sarcasmo sería que esos que propugnan la regeneración de la política nos condenaran a ser meros consumidores de mensajes y espectáculos televisivos arrebujados entre los cojines de un mullido sofá.
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