PATRIOTISMO INDUCIDO
Cuenta la Cadena Ser que el Tribunal Supremo de la India ha decidido obligar, a todas las salas de cine del su país, a emitir el himno nacional antes de iniciar la sesión. Los espectadores deben escucharlo de pie, respetuosamente, mientras en la pantalla flamee la bandera india. No voy a cuestionar la letra de un himno -escrito en su día en lengua bengalí por el premio Nobel de literatura Rabindranath Tagore- ni su calidad musical. La pieza en cuestión lleva por título Jana-Gama-Mana que significa algo así como ‘El espíritu de todo un pueblo’. Cada estado o nación adopta medidas para generar el universo simbólico nacional que cree conveniente. Lógico, pero los individuos somos libres para opinar acerca de la oportunidad de según qué tipo de iniciativas encaminadas a ‘la formación del espíritu nacional’.
A la memoria me llegan recuerdos de una infancia en la que las mañanas de colegio comenzaban con la izada de la bandera roja y gualda, el himno español y, las tardes, con el canto del ‘Prietas las filas’. Tanto y tanto se abuso del símbolo, en aquella oscura y ‘patriótica’ época, que la chiquillería acabo por tomárselo a broma. Chasquido de dedos, chascarrillos al por mayor y sonidos guturales de lo más irrespetuoso ante el águila y el escudo. ¡Ah la rutina obligada!.. ¡Allá la India! Con su explotación intensiva e inducida de los valores patrios.
Pero no vayan a creer que estas cosas sólo ocurren en los pueblos regados por el monzón. En nuestro país hay otro tipo de patriotismo inducido confeccionado a base de banderitas esteladas hasta en la sopa, programitas de radio y televisión, tertulias dirigidas, columnas de prensa y certámenes cultural-históricos de tres al cuarto. Aquí el patriotismo inducido no se manifiesta en cines de barrio, ni en los inicios matinales de clase. Aquí se transmite, sobre todo, a través de los medios de comunicación públicos y parte de los subvencionados.
Carlton J. H. Hayes, profesor de la universidad de Columbia y estudioso de los movimientos nacionalistas, dejo un sinfín de apuntes sobre fenómenos ‘patrióticos’. Uno de ellos decía así: ‘El nacionalismo, como cualquier otra religión, nos pide, no únicamente la voluntad, sino también el intelecto, la imaginación y las emociones’. Hayes da en el blanco. Cada una de esas confesiones religiosas -o nacionalismos- tiene su forma particular de aplicar la liturgia. Allí, en la India, emplearán el cine; aquí hace tiempo que usan la caja tonta, las emociones estomacales, el deporte y la verborrea victimista típica de los dirigentes políticos apurados
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