DOBLE FILA
Me alegra que las ciudades y pueblos de nuestro país se doten de zonas verdes, carriles bici, terrazas y espacios peatonales. Humanizar las metrópolis es posible, y a ello deben dedicar imaginación y esfuerzos nuestros concejales y alcaldes. Pero también es obligación de los gestores de la cosa pública procurar que las nuevas iniciativas y arreglos no se conviertan en fuente de conflictos. La profilaxis no puede ni debe ser peor que la enfermedad. Estos meses de confinamiento forzado han generado y facilitado cambios, tanto en la economía como en el espacio público. Las terrazas han invadido calzadas, se han reducido carriles y plazas de aparcamiento, mientras el número de vehículos circulando volvía a ser el de antes. El retorno paulatino a la normalidad está provocando retenciones y colapso circulatorio. La atmósfera se ha hecho más irrespirable y el ruido, en calles teóricamente pacificadas, crece. Un análisis del RACC alerta de esta nueva situación, y señala el estacionamiento en doble fila -forzado por la desaparición de carriles y espacios de carga y descarga- como uno de los fenómenos que enturbian la armonía de la ciudad. Las compras on line han llegado para quedarse. El 49% de los transportistas se ven obligados a estacionar en doble fila por falta de plazas. En asuntos de tráfico rodado, en ciudad, alguien debería interiorizar aquel viejo principio de Arquímedes según el cual, todo cuerpo sumergido en un fluido experimenta un empuje hacia arriba igual al peso que desaloja.
<< Home