RUIDO
‘Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad’. Esta frase de la zarzuela La verbena de la Paloma, pronunciada por Don Sebastián, ha hecho fortuna. La ciencia avanza y el ingenio también. Tanto es así que para el recuerdo quedaron los viejos baules y maletas. Alguien los transformó en objetos rodantes y triunfó. Inicialmente fueron un par de ruedecillas para ir tirando y luego cuatro para mayor comodidad. Incluso las mochilas de los escolares, para preservar la salud de las vertebras, se han dotado de ruedas. Y con ello llegó el arrastre, y con él un traqueteo capaz de incordiar y arrebatar de los brazos de Morfeo al más dormilón. Dicen que el ruido es la ausencia de silencio, un sonido no deseado capaz de afectar negativamente el bienestar físico y psíquico de las personas. Cierto. Contra él se han conjurado las administraciones instalando sonómetros y radares acústicos, los vecinos convocando manifestaciones exigiendo soluciones. Observen que no les he hablado de la barahúnda que provoca el tráfico rodado, tampoco del vocerío característico de las terrazas, ni de fiestas y conciertos extemporáneos. La referencia puntual al traqueteo de las maletas persigue poner de relieve que en lo micro, en lo pequeño, también subyacen muchos de los problemas que nos afectan. No se trata de pedir al personal grandes renuncias ni sacrificios, pero sí la dosis mínima de civismo para no molestar. Como aperitivo: ¿Qué tal no gritar ni alborotar al salir de un espectáculo, restaurante o bar?
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