
Aquí muere hasta el apuntador. Un viejo colega, ex primer secretario del PSC de Sant Marti, ha muerto solo y en el desamparo. Ni familia ni viejos compañeros de lucha politica le han velado. Me sabe mal, duele tanto abandono. Se llamaba Dagoberto Moreno y tuvo poder y dinero; luego, su buena estrella se fue eclipsando hasta quedar recluido en una modesta residencia de ancianos. No era un personaje importante y su marcha de este mundo ha sido más discreta que la cotidianidad de su vida. Vargas Llosa también falleció hace un par de días y la prensa le dedicará a lo largo del tiempo litros de negra tinta y pantallas luminosas. Pero el récord de loas, análisis y valoraciones de todo tipo se lo lleva el Papa Francisco que murió en Roma la mañana de ayer, lunes de Pascua. Para mi siempre fue un peronista creyente con don de gentes. Nadie sabe que rumbo va a tomar la Iglesia, nadie se atreve a predecir el futuro inmediato de la guerra de Ucrania, nadie sabe cuando y cómo terminara el genocidio de Gaza. Desconocemos el nivel de cordura de Trump. Solo sabemos que la muerte acompaña por igual a pobres, clérigos, poetas y tribunos.
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