NO NOS COMERAN LA MORAL
Vuelven a la carga. Callaron durante semanas perdidos en su propio desconcierto. Sí; el resultado electoral del nueve de marzo les abocó a escribir sobre el sexo de los ángeles. Pero algunos articulistas pluriempleados vuelven a la carga. Los predicadores nacionalsoberanistas de a columna diaria comprobaron como sus teorías -que disfrutaban, y disfrutan, de espacios considerables en los medios de comunicación públicos y privados- no arrancaron la marea de votos suficientes para avanzar hacia un “prometedor” 2014. Eso sí, son inasequibles al desaliento. Han pasado ya dos meses de los comicios y pretenden, de nuevo, meternos en el cuerpo las tesis artificiales del “català emprenyat” o las del ciudadano irritado al borde de un ataque de secesionismo. No, otra vez no por favor. Cualquier tesis política, entre ellas la soberanista, es respetable y merece ser explicada y contrastada ¡Faltaría más! Pero de ahí a pretender que la Catalunya real se someta a un universo simbólico y anímico de ribetes neuróticos ni hablar. Seamos serios, Josep Lluis Carod Rovira puede fabular literariamente lo que le plazca. Está en su derecho pero sabe que una votación de coyuntura, en el Parlament, no puede desembocar mecánicamente, sin más, en la independencia de Catalunya con el consiguiente desmembramiento de un estado europeo. Sería un despropósito de consecuencias económico, político y sociales que perjudicaría a todos los catalanes. Pero el evento editorial es una buena excusa. Ellos vuelven a la carga y escriben y escriben alejándose de la mundanal realidad. Que en España y Catalunya la situación económica no es tan buena como hace un año es una evidencia. Que la crisis en algunos sectores, como en el de la construcción, preocupa porque genera desaceleración y paro es obvio. Tan obvio como que el precio del barril de petróleo Brent está por las nubes y que, todo ello, repercute negativamente en el bolsillo del ciudadano mundial, sea español, europeo o americano. Seamos sensatos y reconozcamos que el hombre de la calle no está para monsergas. A ese hombre ¿le preocupa el deterioro de la situación económica? Claro que sí, pero no le quita el sueño la financiación autonómica que es motivo de disputa entre los partidos. El ciudadano desea tan solo que alguien, no le importa quien, le garantice el funcionamiento de los servicios públicos, la seguridad y las infraestructuras. ¿Al contribuyente le preocupa la sequía? Evidentemente; pero le trae sin cuidado quien paga los millones de euros que cuestan la interconexión de redes o el montaje de las desaladoras. Quiere agua abundante y punto. El ciudadano catalán apuesta por realidades concretas y factibles, por la estabilidad y lo demuestra en las urnas votando al partido que se supone se lo garantiza mejor. Así las cosas algunos plumillas insisten en jugar a encabritar al personal con sus columnas apocalípticas. Hay quien afirma, sin complejos, que Catalunya se la juega en quince años por falta de ideales patrióticos... Los hay también que pontifican escribiendo que la autoestima del país –como la del Barça- está a punto para un ingreso en la UVI. Incluso algún que otro pardillo sostiene, sin rubor, que Catalunya camina hacia la decadencia. Por favor, ¡basta ya de catastrofismo profético! No nos azaleen con sus “quo vadis Catalunya” ni con esos latosos sein o dasein heideggerianos. Aburren al personal.
Necesitamos desplegar el Estatuto catalán, cierto. Precisamos más autogobierno y una mejor financiación, nadie lo discute. Hay que ultimar los traspasos pactados y legislar sobre todo lo previsto: hágase. Pendientes como andamos del fallo del Tribunal Constitucional son posibles al respecto dos actitudes. Una, la del rompe y rasga tremendista en la que están interesados los extremos. Otra, la de la interpretación benevolente y el rodeo para llegar a los objetivos marcados. Cuestión de estilos. Se avanza poco con maximalismos, retos y amenazas verbales. A veces, la victoria se consigue tejiendo complicidades, explicando, escuchando, seduciendo al otro. Pero ellos escriben y vuelven a la carga. Nos pintarán escenas dantescas preñadas de supuestos aniquilamientos culturales, nos venderán paraísos y vías rápidas a la felicidad nacional. Humo. Tras la retórica y los fuegos artificiales acostumbra a emerger la realidad. Esta realidad es preferible transformarla paso a paso sin necesidad de mostrar la zanahoria atada al palo. Somos conscientes de las dificultades. También de que sería deseable la unidad de acción de todas las fuerzas políticas para alcanzar los objetivos contemplados en el Estatut de Catalunya. De acuerdo, pero, que no se engañe nadie; el ciudadano premia y premiará a los que le faciliten mayor calidad de vida mientras recela y recelará de aquellos que pretenden embarcarlos en aventuras de incierto final.
Articulo publicado en el diario "El Mundo"
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