ANIMATE DURAN ,ATREVETE...
Si alguien aún albergaba dudas sobre el nuevo rumbo político que ensaya CiU, estas se han disipado totalmente. La nominación de Ramón Tremosa, como candidato convergente a las elecciones europeas, es la prueba del nueve del giro radical por el que ha optado la plana mayor de los nacionalistas catalanes. La eliminación de un candidato posibilista, trabajador y mediático como Ignasi Guardans en beneficio de un detractor del Estatut de Catalunya y de la abortada Constitución Europea, es un golpe bajo en la línea de flotación de los electores convergentes de toda la vida. El llamado “pinyol” se impone con su invisible, pero implacable manipulador, David Madí en la sala de máquinas; con la vehemencia de Oriol Pujol en la tribuna del Parlament. CiU está dilapidando parte de su cultura de gobierno a cambio de fuegos artificiales. Unos fuegos escandalosos y aparentes pero vacuos, triviales y efímeros.
El núcleo radical convergente intenta actúar en todos los frentes de la política. Aprovecha cualquier rendija, cualquier circunstancia, para mostrarse agresivo y erosionador. Las cargas de profundidad lanzadas contra Joan Saura, Carod Rovira, o el Conseller Huguet, son simples escaramuzas de salón si se comparan a los efectos retardados y descorazonadores que provocan, entre los ciudadanos, el discurso convergente acerca de la negociación de la financiación. Las críticas al presidente de la Generalitat José Montilla, o a Antoni Castells, acusándoles de entreguismo en el frente de Madrid, no persiguen el resultado positivo y aceptable de la negociación sobre la financiación de las CCAA, si no el descrédito del gobierno catalán y la desconfianza hacia el ejecutivo de Rodríguez Zapatero. La intervención del señor Homs –portavoz económico de CiU- interpelando al conseller de Esconomía en el último pleno de la cámara catalana es una prueba de ello. De esta ofensiva multibandas tampoco se libra la Radio y Televisión pública catalana a la que no dudan en calificar como un ente “desnacionalizado” en regresión. Su furia antigubernamental les lleva hasta el extremo de desear lo peor para la institución (tv3) que en otro tiempo llego a ser considerada como la joya de la corona del pujolismo. Ante este panorama político opositor tan agresivo la pregunta obligada es: -¿Del lado de quien están? –De ninguno, contestaría un buen observador. –Del suyo, del interés partidista y particular ese núcleo duro que ha usurpado el puesto de mando de los viejos posibilistas dejándolo en manos bisoñas.
Artur Mas ha aceptado deslizarse por la pendiente de los peligros sin retorno. Sus asesores le han convencido de la necesidad de pescar votos en las aguas revueltas de ERC. Sus amigos, o no tan amigos, le empujan a aventuras soberanistas que –objetivamente- están reñidas con el discurso de la transversalidad de la llamada “Casa Gran de Catalanismo”. Los hombres de Mas saben que esta es su última oportunidad. Si su cabeza de lista pierde de nuevo, si no logra “coser” para gobernar, su futuro es la huida al hogar y a la vida privada.
Es en esta atmósfera de radicalización convergente cuando urge, por el bien del país y de CiU, la intervención de Duran Lleida actuando de elemento moderador, con “seny”, en el seno de la coalición. No sería la primera vez, ni será la última, en que el pragmatismo del dirigente social cristiano devenga un elemento corrector de la deriva radical de los muchachos del ”pinyol”. Duran Lleida es un político avezado en el pacto, el diálogo ponderado y la negociación. Este enemigo de los imposibles, contempla –con espanto- como a la coalición se le escapa de las manos el “savoir faire” atesorado tras largos años de cohabitación con socialistas y populares. Duran Lleida, y su gente, han de reaccionar y plantar cara a la deriva de radicalismo verbal y parlamentario que protagonizan los nuevos gestores de la coalición. No basta, ni bastará, con que UDC reboce la lista europea de candidatos moderados. No será suficiente un discurso racional en el Congreso de los Diputados. No. Los socialcristianos tienen una importante misión que cumplir en el seno del centroderecha catalán, en la política catalana. A saber: evitar que una de las principales fuerzas políticas del país se deslice vertiginosamente, y sin frenos, por la pendiente de la sinrazón política. Y todo ello ocurre sin que el viejo patriarca, Jordi Pujol, avise del peligro desde la tribuna de su flamante fundación.
Algo extraño ocurre en esa coalición. ¿No creen?
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