JOAN BARRIL TOCA BIEN...
Debió de haber un tiempo en el que la política, antes de gritarse, se pensaba. Debió de existir en algún lugar un grupo de gente que escribía la fórmula para llegar a un mundo mejor y convencer a sus conciudadanos. En ese tiempo de la política pensada debió de oírse rumor de imprentas y debió de experimentarse el temor a la policía o a los adversarios. La política brilla en la oscuridad de las dictaduras, pero se disuelve en el barrizal de nuestros mitos.El pensamiento político ha perdido grosor y profundidad. Los primeros en empezar a percibirlo fueron los intelectuales de izquierdas, sin duda, una redundancia. Con la caí- da del muro llegaron el silencio y la perplejidad. Tanta tinta y tanta idea, y de pronto había que pensar sin red. Fue el gran momento de Francis Fukuyama, viniendo a decir: "Dejad toda esperanza de entrar en nuevas quimeras. Hay lo que hay. Y lo que hay es el capitalismo". Llegaron luego los primeros escarceos para hallar un lugar en la cartografía ide- ológica del siglo XXI. Las grandes palabras de antaño buscaron adjetivos humildes. Se habló de "pensamiento débil". Se buscaron seguridades en el "pensamiento líquido". Aún hoy estamos instalados en un parque de atracciones sin hora de cierre. El pensamiento ya no es de izquierdas ni de derechas. Es solo un conjunto de ideas de temporada, ideas hinchables que nos permiten flotar en el desconcierto. Nunca como hoy el género denominado "ensayo" había sido tan fiel a su denominación.Pero no todo son ingenuidades de la izquierda ni reiteración de la derecha. Existe un campo que, a tenor de lo mucho que da que hablar, debería tener un fondo de pensadores importante. Me refiero al pensamiento nacionalista y, más en concreto, al pensamiento nacionalista catalán. Ahí también se ha cebado la crisis de vocaciones. Hoy el nacionalismo ha dejado de pensar y se limita al mantenimiento de agitadores anónimos que llenan de frases reactivas los digitales y las cartas al director. Hooligans del lamento que ni escriben ni saben leer. Lo que antes era la pintada clandestina sobre los muros, ahora es la frase anónima en la pantalla carente incluso del heroísmo del riesgo. No hay debate, porque ¿cómo se va a debatir con el bloguero enmascarado? Pensar, sin duda, es algo cansado. Y los líderes se limitan a alquilar a un periodista para que ponga negro sobre blanco lo que solo son juegos verbales. Desde hace años no se percibe en el magma del nacionalismo catalán escrito la más mínima tentación a la autocrítica fundamentada. Todo queda en titulares de periódico. Al disgusto de Guardans se le aplica la amenaza disciplinaria de Puig. Recoder ha de recurrir a una entrevista para pedir que la casa gran tenga puertas más grandes. El pasmo ante la aritmética parlamentaria que lle- vó al ganador a la oposición ha empañado el telescopio. No hay mensajes nuevos: Madrid nos mata y para de contar. Pero ¿hay alguna idea más que la reacción a Madrid para ilusionar al personal? ¿Realmente la independencia va a seducir a La Caixa y a Tele-Taxi?Sí hubo un tiempo en el que alguien pensó para pensar. Pujol concibió la Fundació ACTA. Y ahí estaban gente como Culla, Villatoro, los malogrados Jaume Colomer y Albert Viladot, Cardús o una buena Rahola que iba hacia inmejorable. En definitiva, gente que hoy se avergonzaría de formar parte de una brigada que se limita al insulto, a la rabieta y a la coacción anónimas. O domestican a su infantería iletrada o la casa gran no pasará de tugurio.
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