¿RUSOFOBIA?
Una extraña inquietud se apodera de nosotros. Las imágenes de televisión mostrando el éxodo de miles de ucranianos provoca desazón, cuando no angustia. La prensa publica fotografías espeluznantes y la radio transmite, en tiempo real, los horrores de la guerra. Cualquier persona con un mínimo de humanidad en las venas sufre. Ante una situación así es muy difícil no dejarse llevar por los sentimientos y muy fácil caer en generalizaciones injustas. No me parece bien anatemizar todo lo ruso. Vladímir Putin es un sátrapa a combatir, nadie lo discute, pero el pueblo ruso no. Franco fue un déspota vengativo y cruel, pero no así el pueblo español que padeció durante décadas su dictadura. Quizás ha llegado el momento de interiorizar aquellos versos de Rudyard Kipling que dicen: ”Si guardas en tu puesto la cabeza tranquila cuando a tu lado todo es cabeza perdida”. No perdamos la capacidad de discernir. Las sanciones y los boicots a la economía rusa forman parte de la réplica de los gobiernos democráticos contra la ocupación manu militari de un país soberano. Nada que objetar al respecto. Bienvenidas sean, también, las manifestaciones y manifiestos de solidaridad y la ayuda humanitaria. Pero de ahí a desatar en las redes sociales una campaña indiscriminada contra todo lo que huela a ruso va un abismo. Vigente la frase de León Tolstói:” Hay quien cruza el bosque y solo ve leña para el fuego”. Más pronto que tarde -quizás sin Putin- habrá que recoser la paz en Europa y el pueblo ruso seguirá ahí.
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