Catalunya, compás de espera
Así las cosas, todo está listo y a punto para iniciar la última y definitiva etapa del serial estatutario. A partir de estos instantes todo el mundo querrá tener razón y demostrar que sus planteamientos han sido los correctos y los coherentes. Pero el ciudadano sabe –y las últimas encuestas así lo manifiestan- cual es la responsabilidad de cada cual en los posibles desaguisados cometidos. Porque, amigo lector, no todas las acciones ni los errores cometidos a lo largo de este periodo tienen la misma trascendencia o magnitud. Se puede haber pecado venialmente por tibieza o falta de ambición. No lo discuto. Pero el corrimiento hacia el No es un pecado mayúsculo, es pecado mortal.
No se lo pierdan. Ahora irrumpirán en escena los agoreros y las rapaces en ayuno, hambrientas de gobierno. Vamos a asistir, bajo el paraguas de la obligada campaña de explicación de voto, a un pin pan pun basado en el calendario de las futuras elecciones autonómicas, la identidad del candidato socialista y las posibles políticas de alianzas postelectorales. Algunos de los líderes políticos del país les importa relativamente poco el referéndum y su posible aplicación en beneficio de la sociedad catalana. Unos medrarán para volver y otros para vender su llave al mejor postor. Pero entre tanto galimatías interesado y declaración en rueda de prensa urge positivar aquello de bueno que nos han ofrecido estos años del llamado gobierno tripartito. Y a fe que lo hay. El Presidente Maragall y su ejecutivo se marcaron como objetivos cumplir con los acuerdos del Tinell. Es decir, conseguir un nuevo Estatuto para Catalunya e incentivar las políticas dirigidas a las personas, las políticas sociales. El primer objetivo se ha cumplido satisfactoriamente y el segundo ha alcanzado un nivel de concreción que supera el 70% de lo programado. Sería ingenuo negar la conflictividad y las turbulencias de este periodo. No lo haré, pero sería injusto también, no reconocer que el gobierno que hoy es bipartito ha logrado respecto al Estatuto lo que no fue capaz de lograr Pujol en 23 años y, respecto a las políticas sociales más que en las dos últimas legislaturas convergentes. ¿De qué estamos hablando pues? Simplemente de no dramatizar, de reconocer la ingente tarea desarrollada por una coalición joven, por tanto con tics de adolescencia, pero plena de ímpetu, trabajo y vigor. La realidad política impone un camino y un calendario pero ello no es óbice para que lo palpable, la obra de gobierno, se pueda percibir y valorar convenientemente.
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