Un article de una bona amiga
EL DIPUTADO y portavoz adjunto del Grupo Socialista en el Parlamento catalán Joan Ferran cuenta en su libro Entre tiempos que el que fue concejal del Ayuntamiento de Barcelona, el fallecido Antonio Santiburcio, llegado a Cataluña desde Jaén, sindicalista y político a cuenta de echar horas en la fábrica y en los estudios, recriminó al ex alcalde Clos, ahora ministro de Industria, que se presentara a una fiesta de inauguración en un barrio popular vestido con pantalones tejanos: «Para esta gente hoy es un día especial -le riñó Santiburcio-. Se han puesto traje y corbata para este acto y esperan de su alcalde lo mismo». No es una anécdota. Las palabras del sindicalista encierran un saber profundo y dan un puntapié a toda la banalidad que encierra ese presunto saber actual, prêt à porter, sacado de un manual de urgencias. Si la recriminación hecha a Clos es sabia es porque no habla de moda ni de estética, sino de conocimiento, de ética y de respeto, precisamente de lo que nuestra sociedad de las apariencias va tan escasa. De esa estética vacía, de esa nada envuelta en tejanos caros o en trajes de importantes firmas, es de la que se está sirviendo el conservador catalán Artur Mas para encontrar el protagonismo que la realidad le niega. En una semana ha batido el récord de la nadería hecha discurso. Para desacreditar una vez más al Gobierno de Montilla, declaró efusivamente que es un Gobierno de perfil bajo, que Montilla no es más que un funcionario. Es el perfil que se obtiene cuando las cosas se miran desde la nada. (Por cierto, ¿qué tendrá el conservador Mas en contra de los funcionarios?). Al ver que la nada se alimenta de sí misma, el conservador se marchó a Madrid a declarar que el Gobierno central está acabado y urgen unas elecciones anticipadas. Nada: no fue nada más que la puesta en escena de su enfado con el presidente Zapatero por no haber obligado a Montilla a pactar con él para formar Gobierno en Cataluña (curioso que declare, también en Madrid, que él no es un muñeco de goma y pretenda que Montilla lo sea). La nada: una rabieta personal pregonada como tema de interés general. En la banalidad de esa nada las palabras visten esos vaqueros que denunciaba un fallecido sindicalista. A CiU le urge un buen sastre. Y un diccionario ideológico. En política, las ideas, si se tienen, se declaran. Blanquearlas es imposible: quedan en nada.
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