SI...GUERRA ES UN FENOMENO ! !
Alfredo Cohen Montoya, Barcelona.
A las 9:30 el Palau Sant Jordi ya estaba prácticamente lleno. Las banderas dominicanas, peruanas, mexicanas y colombianas aparecieron en escena; las parejas se abrazaron, las luces se apagaron y en un par de pantallas gigantes un avión aterrizó. El telón que cubría el escenario con el mapa de América se desplomó y de la imagen de fondo vimos a Juan Luis Guerra caminar por la pista de aterrizaje y, segundos después, como por arte de magia, aparecer en el escenario. La travesía, una de las canciones de su último CD, fue la elegida para darle título al tour que lo ha traído a Barcelona desde Drammen, en Noruega, después de 17 conciertos.Precisamente con esa canción empezó un repertorio que pareciera no tener fin. Lleno de energía y vitalidad pero con la serenidad y madurez de sus 51 años, Juan Luis le cantó a todos: a los de aquí y a los de allá; a los cristianos como él; a los que se quedaron buscando visa para un sueño; a Nora, su mujer; a quienes le han seguido los pasos desde que lanzara 'Soplando', aquel primer disco que en plenos 80 se atrevió a mezclar merengue y jazz. Pero le cantó, sobre todo, a la gente joven de la Barcelona de hoy, una ciudad mediterránea como pocas, pero cada vez más permeada por los sonidos y colores del Caribe.Las alas del avión que lo dejó en el Sant Jordi terminaron convirtiéndose en las alas de una paloma blanca que apareció sobre las caras de chicos dominicanos, mientras que todos los presentes cantábamos: “Pa’ que to los niños canten este canto, ojalá que llueva café en el campo...”De ahí en adelante fueron muchas las canciones. Si tú te vas, Me enamoro de ella, Woman del Callao, Como abeja al panal, La bilirrubina, Vale la pena, El Niágara en bicicleta y muchas más, demasiadas para nombrarlas todas, escasas para dos horas de concierto, pero suficientes para remover cualquier cantidad de recuerdos, de momentos vividos en aquellas tierras de donde muchos salimos, buscando visa para un sueño.A la media noche, la tarima bajó como un ascensor y Juan Luis se despidió por última vez desde las imágenes pregrabadas; las luces se prendieron y todos despertamos del sueño mientras 4.40, su inseparable orquesta, abordaba el mismo avión, rumbo a otra travesía.
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