El blog d'en Joan Ferran

18.8.09

ANSIOSOS !! : LEED...PUIGVERD DA EN LA DIANA



¿Política de patatas bravas?

Qué ilusorio (¡y cínico!) es pretender que el pueblo catalán resuelva un embrollo de políticos

Partidarios de la soflama catalana y del gesto trágico se apresuran a convocar una manifestación contra la previsible sentencia del Estatut. Ante la posibilidad de que una nueva etapa de excitación nos conduzca otra vez al callejón sin salida o a la melancolía, quisiera recomendar a los organizadores del evento la lectura del dietario que escribió Amadeu Hurtado: Abans del Sis d'octubre (Quaderns Crema). Abogado serio, meticuloso y responsable, Hurtado era un patriota que no confundía el razonamiento político con la repetición de argumentos sesgados que sólo convencen a los convencidos. A los antípodas de los que confunden política con opereta y se dejan arrastrar por la ebriedad sentimental, Hurtado estudiaba los temas con rigor, negociaba de manera impoluta y discreta con los poderes del Estado y aprovechaba cualquier oportunidad para evitar que la política, en lugar de arreglar las cosas, las complicara. No lo consiguió. Sus ejemplares desvelos como negociador del Govern de Companys con el Gobierno republicano de Samper fueron despreciados. Companys escogió el tremendismo. Y Catalunya se encaminó hacia la tontísima aventura del 6 d'octubre de 1934, fecha que debería de haber vacunado al catalanismo contra sus regulares pulsiones de visceralidad. Una visceralidad que a veces ha resultado inocua y otras desastrosa, pero que nunca ha dado rendimiento positivo. Nunca. La aventura del Estatut tiene muchas lecturas. Está fuera de duda que en el resto de España se respondió con agresividad y antipatía separadoras a una propuesta que –razonable o disparatada– fue planteada de manera impecablemente democrática. Pero también está fuera de duda que el nuevo Estatut no respondía a una demanda de la sociedad. Con la llegada del tripartito, los partidos catalanes perdieron el sentido de la realidad compitiendo al alza en una subasta catalanófila para conquistar el vacío de hegemonía producido por la jubilación de Pujol. Ni existía demanda, ni se contaba con la fuerza social necesaria para conquistar lo que se pretendía. Y es que la pretensión era, por otra parte, extravagante: la cuadratura del círculo entre la visión federalizante del PSC ("Unir mejor España en la diversidad") y la visión independentista: la "plataforma de despegue hacia la independencia" de que habló Carod. El error fue de todos, también de CiU. Y a todos corresponde corregirlo. Catalunya necesita un horizonte plausible y tranquilo que suscite gran unidad social. Y la única propuesta que puede contribuir a sumar energías es la recuperación del liderazgo económico catalán. Todo lo que no sea trabajar en esta dirección será más que irresponsable: será desvergonzado. Pretender que, en plena crisis, el pueblo catalán solucione a las bravas el embrollo creado por los partidos es, además de ilusorio, cínico.