LA LUCHA CONTINUA HASTA....¡LA VICTORIA SIEMPRE !
Voces y más voces. La música envuelve el ambiente. Las banderas agitan el aire. Las pantallas centellean desprendiendo imágenes de luz glauca. Todo se agita. Las cámaras persiguen a trompicones los pasos y el gesto de los actuantes. Buscan el guiño, la anécdota, el punto diferencial que permita dar exclusividad.
Sube Carmen con decisión pisando fuerte, mirando al tendido. Camisa roja y verbo caliente, inteligente, encendido. Cuerpo esbelto, tejanos, zapatos de tacón. Perfecto sincretismo entre la modernidad y el color emblemático de los oprimidos.
Y clama así:
--- ¡Hay que detener el tsunami de la derecha!
El público aplaude, grita y corea contra Aguirre, el Marianismo y la derechona celtibérica. También contra la homofobia del “perfecto” Duran; contra la mano cruel que mueve los hilos cercenadores del estado del bienestar…
Y en eso sube a la tarima Alfredo para fundirse en un abrazo fraternal, de lucha y camaradería, con Carmen. Cuerpo delgado de corredor de fondo, corbata discreta. Barba. Mueve las manos como solo él sabe hacerlo. Desgrana convicciones y argumentos, uno a uno. Pincha el globo del programa de los adversarios y el aire deviene fétido, cargado de metralla recortadora de derechos y libertades. Suelta la americana, se arremanga. Habla de uñas y dientes. Llama a la pelea frontal y decidida para defender la casa que algunos quieren parcelar y vender al mejor postor amigo.
Y dice:
--¡A la pelea! ¡Por nuestros valores!
El público está ahí, aplaude entregado. Sabe que la lucha es y será dura; que no es cosa de dos días, que va para largo.
Acaba la fiesta. En el ambiente hay algo más que música, focos y serpentinas multicolores. Hay algo más que una consigna coyuntural. Flota un grito imperecedero:
¡A la pelea! Sí, pero también:
¡Hasta la victoria siempre!
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