LOS CUENTACUENTOS
Si alguna vez tienen ocasión de visitar una ciudad marroquí, tipo Marrakech o Fez, les recomiendo –aunque no comprendan el idioma- se acerquen al corrillo de personas que rodean a los cuentacuentos. Sí, a esos narradores orales de historias y aventuras que hacen las delicias de las gentes. Por poco que se esfuercen observaran como los oyentes van cayendo atrapados en el mundo mágico que les describe el narrador. Un mundo basado generalmente en fuentes de tradición oral o literaria no ajenas a la comunidad a la que pertenecen. Estos hombres son los supervivientes de una tradición transmitida de generación en generación. Son harto conocidos los cuentacuentos que se dan cita en la plaza Yamma El-Fna de Marrakech. Sus historias generalmente transportan a la audiencia a mundos idílicos donde la bondad vence siempre a la maldad. Observen y verán. El círculo de los oyentes queda tan abstraído por las bellas historias que se auto transportan hacia mundos imaginarios olvidándose de la realidad y del tiempo. Asistir a la actuación de un narrador de los mencionados, contemplar su mímica y juegos de voz es una experiencia difícil de olvidar…
Cuentacuentos los hay de muchos tipos. Ustedes me perdonaran la “boutade” pero me atrevería a decir que, en nuestro país, comienza a prodigarse una nueva tipología de cuentista. Un híbrido de político y redentor dispuesto a vendernos falsos mundos. Un nuevo tipo de narrador que ha sustituido la plaza por la caja tonta, la magia de las leyendas por promesas de difícil consecución, los mundos imaginarios por hipotéticos estados nacionales donde reinará el confort y no existirá la corrupción.
A un servidor de ustedes le encanta navegar por ese parnaso que generan las palabras de los poetas, la voz de los cantantes, la música de un violín o el aroma del té a la menta del Café de la France... A un servidor de ustedes le fastidia el ungüento curalotodo, en forma de independencia, que nos vende el cuentista Junqueras o el quitamanchas universal del telepredicador Pablo Iglesias.
En la plaza Yamma El-Fna los sueños, sueños son, y no nos hacen sus esclavos. Por el contrario los nuevos cuentistas -los híbridos de político y redentor- nos venden sin rubor como posible lo que ellos saben que no es factible o puede devenir letal.
Comprenderán, como es obvio, que me quedo con los clásicos de las plazas. Esos no engañan.
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