Uno de los pecados capitales de la izquierda recién llegada a la política es esa praxis que se ha denominado 'postureo'. Ya saben, el capricho de cambiar nombres de calles a la ligera o almacenar bustos de los Borbones mientras los problemas cotidianos de los ciudadanos, lejos de resolverse, se multiplican. Pero hoy no procede hablar ni del 'top manta' ni de las terrazas de los bares. Hoy toca discutir cuándo y cómo se sale del 'impasse', cuándo habrá gobierno, cuándo funcionara con normalidad la vida institucional.
Si el PSOE pretende ejercer como partido serio en la política española debería actuar de inmediato. Debería tomar conciencia de que se ha convertido en el principal partido de la oposición, que Mariano Rajoy ha mejorado resultados y, consecuentemente, le corresponde gobernar.
En el nuevo panorama político hispano el PSOE está llamado a ser el Partido Serio Opositor Español. Y quizás por todo ello nadie comprendería que su actitud condenara el país a unas nuevas elecciones de aquí a seis meses, ni tampoco a una situación de stand by económico.
¿Significaría ello renunciar al ideario que le es propio? En absoluto. Exige tan solo saber analizar la nueva situación política con sentido práctico y visión estratégica. Significa, debilitado electoralmente el postureo radical–peronista, tomar conciencia de cuál es el rol de la socialdemocracia y preparar, de nuevo, las condiciones que faciliten el cambio a la mayor brevedad posible.
¿Cómo? Negociando temas de gran calado y arrancando compromisos en el ámbito institucional, económico y político. Revitalizando el socialismo español, sacándole de su ensimismamiento crónico con las reformas y cambios que sean necesarios. Ser el principal partido serio de la oposición en España es una tarea casi tan ingente, e importante, como la de gobernar. Ahí no cabe el postureo iconoclasta.
España no se merece perder más tiempo ni otra sesión de seis meses de campaña electoral que acabe –entonces sí-- con una mayoría aun más amplia del PP. La derecha de este país ha ganado las elecciones, cierto, pero no con la suficiente fuerza como para obrar a su antojo en solitario. Debe pactar y acordar. Una oposición solvente sabría --ha de saber-- sacar tajada de esta nueva coyuntura en beneficio de la ciudadanía española. Si no lo hace alguien en un futuro se lo demandará.
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