LA PASION BAVARA
Hubo un tiempo en este país en que Baviera y Baden Wurtemberg estaban omnipresentes en los discursos de los gobernantes nacionalistas catalanes. Sí, Jordi Pujol -germanófilo empedernido que estudió en el Colegio Alemán de Barcelona- y sus correligionarios, nos abrumaban con referencias constantes a los estados alemanes, a sus singularidades y a la CSU. Me dirán que de eso hace mucho tiempo y que todo aquel enamoramiento germánico de los muchachos pujolistas se transformó en amores letones y kosovares, relegando al baúl de los trastos viejos la pasión bávara del patriarca y sus filípicas.
Paradójicamente hoy, tras la sentencia del Tribunal Constitucional alemán, el caso bávaro ya no interesa ni un ápice al cosmos soberanista. Sus líderes miran hacia otro lado mientras sus escribas a sueldo corren un tupido velo al respecto. Ignorar es , para ellos, mejor que asimilar.
El alto tribunal alemán ha dictado sentencia. Ha dicho explícitamente que el derecho a separarse del estado alemán no es una competencia de los “landers” sino de todos los ciudadanos alemanes. En la carta magna no hay espacio para los procesos secesionistas. ¿Les suena esta música?
Visto lo visto, y en un país tan sensibilizado alrededor de referéndums, procesos y farolillos, a un servidor de ustedes no deja de sorprenderle la escasa relevancia mediática que ha tenido esta resolución en la prensa catalana, y no digamos en la radio y televisión pública. El ninguneo informativo de la sentencia del Tribunal Constitucional alemán contrasta con informaciones tan pintorescas como la apertura, en Moscú, de una “embajada” de separatistas californianos que aspiran a segregarse de los Estados Unidos con la ayuda del Kremlim. Lo friki se lleva.
Ya ven. Abandonada la pasión bávara, y tal como van las cosas, quizás a más de uno le convendría tomarse unas cuantas cervezas en Múnich a la lumbre de un farolillo estelado e ir sacando conclusiones.
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