MASCARELL Y LA CIUDAD
Ferran Mascarell vuelve con su libretita de notas. Los que le conocen bien dicen que nunca se fue si no que se agazapó. Regresa porque es uno de los trashumantes profesionales de la política. De aquí para allá, de allá para acá. Quizás regresa porque las estructuras de estado que propugnó nunca llegaron a cristalizar, y no hay nada en el mundo más sólido y milenario que las ciudades. Comentan sus valedores y padrinos que quiere presentar este mes de mayo, en el Ateneu Barcelonés, un manifiesto que lleva por nombre: ‘El ideal de una ciudad posible’. Al final se hará realidad esa pintada, escrita en las paredes de las calles del Raval, que reza: ‘No hay público para tantos artistas’.
Hace tiempo Ferran Mascarell desdeñó la oferta que le formuló el presidente José Montilla para encabezar la candidatura del PSC a la alcaldía de Barcelona. Apenas tres días después, en plenas fiestas navideñas y aun con el carnet socialista en el bolsillo, aceptó el regalo de Artur Mas de convertirse en conseller en un gobierno de la Generalitat. En aquel momento de perplejidad pensé que Ferran había hecho suyas las primeras líneas de un poema de Konstatinos Kavafis. Sí, eran versos que decían:
“Iré a otra tierra, hacia otro mar/ y una ciudad mejor con certeza hallaré/Pues cada esfuerzo mío está condenado/Y muere mi corazón…
Y así fue. Mascarell huyó de la progresista y socialdemócrata Barcelona para tomar la ruta de una Ítaca que ha devenido evanescente y llena de desgracias. Recaló en un Madrid sin mar que se le antojó hostil y extraño. Olvidó viejas veleidades internacionalistas. Soñaba con regresar y ser llamado, de nuevo, por la tribu para abordar mayores designios. La cosa no acabó de prosperar y el 155 lo centrifugó sin daños judiciales… Mascarell es listo, culto y leído. No acierto a comprender cómo ha podido obviar los últimos versos de ‘La Ciudad’ de Kavafis, aquellos que dicen:
“Pues la ciudad es siempre la misma/Otra no busques, no la hay/ni caminos ni barcos para ti/La vida que aquí perdiste la has destruido en toda la tierra”…
Mascarell el nómada que ha transitado por el mundo político, partidario, editorial, institucional y del ‘wellness’ reaparece. Barcelona no es la Alejandría del poeta Kavafis ni nuestro trashumante se parece en lo literario a Lawrence Durrell. Alguien escribió que Mascarell entendió la ciudad como la polis del conocimiento, pero situada bajo el cielo calcáreo de una patria dispuesta a concebirla como un rehén.
Mascarell regresa de Ítaca. En su libretita de notas lleva los apuntes de ‘El ideal de una ciudad posible’. Hay que preguntarse: ¿Posible, cómo las estructuras de estado?
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