A la escasez de agua la estamos llamando sequía; al trasvase se le busca un sinónimo que no existe; las rogativas dicen ser laicas: todo un jeroglífico alrededor de la falta de lluvia.Aunque la situación requiere seriedad, carece de lógica el dramatismo que muchos le están dando. Hay veces que uno cree ver gentes que, más que desear que llueva, suplican que no caiga agua. O quienes se oponen a cualquier trasvase, sea pequeño o grande, buscando mil justificaciones sobre su inviabilidad, sea económica, por razones de tiempo o por imaginarios conflictos con Francia. Los “Ecologistas del Séptimo Día” cabalgan de nuevo: por fin tienen algo que echar al tablero.En medio de tanta indolencia, son de agradecer los giros en contrario, que prefieren desdramatizar y sacarle la punta creativa, pues ni el mundo se acabará en cuatro días; ni nunca más habrá lluvia.El artista Jordi Rocosa presentó ayer en la Serranía de Montserrat una creación efímera con motivo de la carestía de agua. A las 10’30 de la mañana los escaladores Pau Rofes, Iván Arjona y Manuel Sanmarti treparon dos horas hasta alcanzar los 1100 metros de altura en que está la cima del Cavall (eufemismo de “carall”: carajo) Bernat (ermitaño), puritano nombre que se da al más emblemático pico montserratino. Y lo coronaron con un girador desmontable, obra de Rocosa, situado sobre una imagen (a modo de deidad o musa) de “La Moreneta”, con un cubo de agua del nacimiento del río y otro de su desembocadura en cada uno de los dos brazos. Tras invocar a la lluvia haciéndolo voltear, descendieron y concluyó la ceremonia a las cinco de la tarde. Como sea que el exhorto se celebró cabalmente, nadie dude ver esta semana los primeros aguaceros.
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