YA NADIE CREE EN LAS EXCUSAS DE LOS CONVERGENTES
El 19 de febrero de 1964 Paul Simon dio los últimos retoques a lo que sería una de esas canciones que gozan de un extraño atractivo atemporal: “El sonido del silencio”. La letra de la misma, trabajada con mimo, contiene metáforas suficientes como para abrirse paso sin dificultad en la mente de los humanos. La cadencia de su melodía consiguió penetrar en el oído de las gentes hasta devenir el clásico que hoy es. La canción clama invitando a romper el mutismo entre las personas que, aún estando cerca, se ignoran. No en vano dice: “Nadie se atrevía a romper el sonido del silencio. ¡Bobos! –Les dije- no sabéis que el silencio crecerá como un cáncer”.
Pues bien, lleva un par o tres de semanas funcionando la Comisión de Investigación creada en el Parlamento catalán para averiguar si existió, o no, una financiación irregular de CDC. Los trabajos de la susodicha Comisión se desarrollan en medio de otro silencio menos artístico, literario o musical que el que nos legaron Simon & Garfunkel. Un silencio hecho en base a una “ormetá a la catalana” donde nadie sabe nada sobre nada y donde los papeles se pierden y la amnesia es una enfermedad contagiosa. Los dirigentes convergentes andan profundamente nerviosos y preocupados por los trabajos de la Comisión. Intentan una y otra vez entorpecer las tareas acordadas de antemano discutiendo los límites de la Comisión. Tan pronto proponen ampliar el orden del día o el ámbito de la investigación, como clausurar los trabajos de la misma. Tan pronto se abstienen en una votación, como reclaman cantidades ingentes de documentación que saben no podrán leer ni digerir intelectualmente. El objetivo de CiU es enredar, crear confusión, presentarse ante los ciudadanos como víctimas de una conspiración cuyo último objetivo es la cabeza cercenada y en bandeja de Artur Mas. Pues no. La realidad no es así, las metas a lograr nada tienen que ver con la coyunturalidad de un proceso electoral y sí, mucho, con la sospecha de una financiación irregular tramada, y orquestada, a lo largo de más de una década. Afortunadamente ante el conchabeo, las mentiras manifiestas y el mutismo de algunos de los comparecientes, las personas que trabajan honestamente en el Palau de la Música nos contaron -por ejemplo- que no conocían a un señor llamado Oller (quien afirmaba haber trabajado durante años para el Palau) y de quien la juez sabe, en cambio, que facturó encargos millonarios de difícil justificación (a nuestro entender para CDC). Son tantas las coincidencias entre las entradas y salidas de dinero, las facturas falsas, las empresas fantasma y las anotaciones de la “libretita” de la señora Gemma Montull, que nos hemos atrevido a definir esta comisión de investigación como: “la de los silencios, amnesias y papeles rotos”. Por si todo ello fuera poco, se da también la paradoja de ver como la documentación solicitada a las administraciones llega rauda y veloz mientras que, un puñado de convenios firmados entre la fundación convergente Trias Fargas y el Palau, se resisten a llegar a manos de los diputados. ¿A qué viene tanta ocultación de datos?
Alguien afirmó en su día que las comisiones de investigación no sirven para nada positivo y sí para enturbiar la imagen de los políticos y la política. Seguramente algo de cierto habrá en ello, pero también contienen una faceta positiva: la de la denuncia, la de la enmienda, la del correctivo a aplicar. Tanto es así que, tras el hundimiento del túnel del Carmel, las conclusiones de aquella Comisión nos permiten afirmar hoy que la obra pública en Cataluña goza, ahora, de mayores cuotas de seguridad y solvencia que antaño. Por otra parte, las conclusiones acordadas tras el debate de lo acaecido en el incendio de Horta de Sant Joan, han permitido marcar pautas en la mejora, la prevención y extinción de incendios. Hoy se invierte mucho más tanto en prevención como en dotaciones y equipos de extinción…
Así las cosas, creo que la Comisión de Investigación sobre la presunta financiación de CDC debe cerrar sus trabajos, cuando corresponda, con el compromiso de cortocircuitar cualquier tipo de financiación irregular de los partidos y evitar, en el futuro, que el dinero destinado a la cultura pueda ser utilizado para confeccionar siquiera un vil pasquín electoral.
No lo duden, el sonido del silencio de los conjurados caerá, tarde o temprano, ante el redoble de los tambores de las evidencias. El silencio pasará. Nada es inoportuno si prevalece la verdad.
Joan Ferran
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