NUESTROS GATOPARDISTAS
Al ‘hay cosas que no se me pueden pedir’ de Mariano Rajoy, me gustaría contraponer un ‘hay cosas que se pueden exigir’ a los gobernantes que no pretendan asfixiarse en el pozo de la mediocridad. Si el presidente del gobierno español tuviera alguna traza de estadista en su cerebro hubiera reconocido -ya- la existencia de un conjunto de demandas políticas, sociales y territoriales, sólo abordables desde una voluntad explícita de reformar la Constitución. El contencioso catalán hubiera tomado otro rumbo y la escalada de despropósitos de los nacionalistas quizás hubiera seguido otro derrotero. Dicho lo anterior el presidente español no anda falto de razón cuando acusa a Artur Mas de generar incertidumbres, inestabilidad y fractura social perjudicando, así, a Cataluña y España. Y mientras nos entretienen con esta suerte de esgrima verbal leemos en prensa que los ‘sin techo’ han aumentado en Cataluña un 43%, que los universitarios que no pueden pagar sus tasas han crecido un 10% y la precariedad laboral está al orden del día…
El Rey, Rajoy y Mas, en sus alocuciones de Navidad a la sufrida ciudadanía, han despedido el año como lo iniciaron: con una reposición de sus mejores sketches. Por mucho que algunas editoriales de prensa se esfuercen en interpretar supuestos mensajes cifrados el monotema independentista sigue sobre la mesa, obviamente sin salidas. Incontables ciudadanos comienzan a sospechar que este juego cansino de grandilocuentes palabras, apelaciones al sentido común o a la democracia, es fruto de una deliberada estrategia de la confusión para que lo grave parezca no serlo y la atención del personal se centre en fuegos artificiales cargados con pólvora sentimental. El paro galopa y las escasas noticias positivas sobre la crisis apuntan sólo a la macroeconomía. Los partidos que gobiernan Catalunya y España acumulan causas judiciales, tienen sedes embargadas o registradas por la policía y sus imputados se cuentan por decenas… ¿Hay quien dé más, señores?
Atrás hemos dejado un 2013 en el que se cumplían 50 años de una de las grandes obras de Luchino Visconti: “Il Gattopardo”, basado en la novela de Giuseppe Tomasi di Lampedusa. Su actualidad se me antoja evidente. No sólo por la famosa frase: “le vogliamo che tutto rimanga come è, bisogna que tutto cambi”, sino también por las referencias a una “fine de la illusione”. Y es que hoy en día muchos de nuestros ‘patriotas garibaldinos’ de ambas riberas no van más allá de un interesado y triste oportunismo. A ambos les interesa más que nunca que crezca la espiral del silencio y el miedo. A ambos les conviene un enemigo al que combatir para que nada cambie y todo siga igual, aunque muera la ilusión.
publicado en www.catalunyapress.cat
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