¿UN PAPA PERONISTA?
Participo con regularidad en una tertulia especializada en abordar temáticas sociales y políticas. Lo hago en una de esas cadenas de televisión que algunos consideran sectarias, perversas y manipuladoras. He de decir, en honor a la verdad, que nunca he sido censurado, avisado o enmendado por el tono o las impertinencias de mis opiniones. Comparto mesa, debate, risas, cabreos y algún improperio con gentes de todo color político y diferente credo religioso. Insisto. Discuto cómodo en ese escenario televisivo sin presiones, con absoluta libertad. Pues bien, son tantas las materias y asuntos allí debatidos –hay vida más allá de la consulta- que recientemente le tocó el turno a la figura del papa Francisco. El presentador se interesó por la opinión de los presentes a cerca de unas declaraciones del sumo pontífice. Mi respuesta fue respetuosa para con la religión católica, pero puse de manifiesto mi simpatía por la actitud del papa actual ante los problemas de nuestro tiempo y las decisiones que ha adoptado, y piensa adoptar, en relación con la Iglesia Católica. Argumenté que el pontífice no puede ser catalogado como un radical pero sí como un personaje mucho más próximo que sus antecesores. Su lenguaje, sus alocuciones, no son crípticas si no directas y entendedoras. Su talante de me antoja mucho más comprensivo que el de la mayoría de sus predecesores. Jorge Mario Bergoglio juega, al menos así lo creo, a denunciar aspectos del sistema económico que impiden el avance de la justicia social. Concluí mi valoración sobre este jesuita afirmando que la sociedad en su conjunto, la política y las iglesias necesitan aire fresco y una mayor conexión con los problemas reales de la gente. Un guía espiritual o un político que denuncia la senda de la muerte que lleva a Lampedusa merece mi respeto y consideración. Si anatemiza el culto a la pompa y al dinero, aún más.Sí…
Pero, ¡Ay! Tanta valoración positiva de un rojillo irredento hacia el jefe de Rouco Varela me costó un amable coscorrón verbal. Uno de los tertulianos presentes, que atesora títulos y carreras, me salió al paso diciéndome:
–Sí hombre, ahora resultará que éste va a ser el papa de los agnósticos, los ateos y la izquierda-. Eso lo decís porque os interesa, para criticar a Varela y a la Conferencia Episcopal.
La verdad es que un servidor no había caído en eso. Me place el nuevo discurso que emana de la cúspide del Vaticano pero no lo había interiorizado –aún- como réplica a los sectores carcas del Episcopado español. Ahí hay una idea, lo admito. Pero cuando mi contertulio rizó el rizo es cuando afirmó jocoso que Francisco era un “papa peronista”, un populista. Éxito. La gente llamó por teléfono al programa, participó, discrepó…
No toca hoy hablar de la controvertida figura de Juan Domingo Perón ni de Evita. Eso sí, recurro a un manual de ciencia política y encuentro, entre otras, esta definición que conjuga populismo con peronismo:
“En un sentido amplio y descriptivo puede proponerse como definición de populismo la de ser un movimiento político (o la fase de un movimiento aún más amplio) que se basa en amplias movilizaciones de masas a partir de una retórica de contenido fundamentalmente emocional y autoafirmativo, centrado en torno a la idea de ‘pueblo’ como depositario de virtudes sociales, de justicia y moralidad”.
Pues bien, no sé si Jorge Mario Bergoglio de joven además de ser portero de discoteca llegó a simpatizar o no con el justicialismo argentino. No importa, ahora bien, la etiqueta que le colocó mi amigo contertulio creo que casa mejor con alguno de mis conciudadanos catalanes, políticamente en activo, a la búsqueda de un destino sin descarrilar. ¿O no?
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