LAS PRIMARIAS,EL CASCARRABIAS Y JEAN JAURÈS
Los ciudadanos manifiestan día a día nuevas necesidades de participación. La era de las nuevas tecnologías y de las redes sociales obliga a redefinir métodos y abrir nuevos caminos y ventanas. Pues bien, dado que no sólo de ‘consultas’ vive el hombre, los medios de comunicación también nos hablan estos días de elecciones primarias en el seno de algunos partidos. Sí, de ese método empleado hasta la saciedad por los americanos o de ese otro que permitió a Françoise Hollande, en Francia, optar a la presidencia de la República. En España los más entusiastas promotores de las primarias cuentan que sus virtudes devienen casi taumatúrgicas. Nos dicen que suscitan el interés del ciudadano por la política y favorecen la participación en la actividad colectiva, que su práctica regenera el juego democrático. Afirman también sus valedores que son un eficaz antídoto contra los lobbies y las estructuras piramidales. Vaya, que sin ser la panacea sirven para muscular y revitalizar la vida democrática con una inyección de participación directa en la elección de candidatos.
Algún plumilla ha escrito también, en relación a las primarias del PSC en Barcelona, que se ofertan más caras que proyectos. Es probable que sea verdad pero, a mi modesto parecer, y sin menospreciar el discurso de los candidatos, eso hoy no es lo determinante ni lo más importante. Un servidor, que comienza a ser veterano en política, sabe que el papel lo resiste todo. Sobre un pedazo de celulosa cabe un poema pero también muchas falacias y medias verdades. Uno es consciente de que un montón de asesores, técnicos y expertos en márquetin son capaces de crear literatura en beneficio del mejor postor. Y es que amigos, a estas alturas de la película, ya no es suficiente adornar candidatos con bellos proyectos de ciudad o de país. El ciudadano quiere una cosa que va más allá del Photoshop, de la lista de promesas y de las imaginativas y edulcoradas campañas publicitarias…
Permítanme, des de la barrera, insinuar a los futuros electos tres o cuatro nimiedades más allá del texto de sus programas. A veces en lo simple está la miga. Por ejemplo: Prométanme que acudirán a sus respectivos despachos, como lo hacen la mayoría de los ciudadanos, en transporte público y que usaran el vehículo oficial sólo para lo oficial. Prométanme que sus gastos de representación se circunscribirán a eso y sólo a eso. Asegúrenme que sus asesores (los necesarios) serán los más idóneos, expertos y capaces y que obviaran otras consideraciones. Garantícenme que a sabiendas de que una conducta inmoral puede no vulnerar la norma legal, su comportamiento estará presidido por la ética de la responsabilidad. Prométanme que piensan salir tan ligeros de equipaje como entraron, que su vocación es de servicio público, que serán accesibles, cercanos, transparentes y que trataran con corrección a los subalternos, que… Juren ante la ciudadanía que la actitud y la ética son tan importantes como los programas y los proyectos.
Permítanme que les recuerde, para concluir estas sugerencias simplonas de viejo cascarrabias, un par de cosas más: Las primarias no pueden servir jamás para enfrentar instintos primarios. La idoneidad y la valía de los candidatos deben prevalecer sobre la pertenencia a una determinada tribu. Sólo así pueden y van a ser útiles. Afortunadamente en nuestra memoria histórica hay otros centenarios más allá de los que pregona tv3; uno de ellos es el de Jean Jaurès. Hace unas décadas este eminente político y pensador galo ya nos decía:
“No se enseña lo que se quiere, no se enseña lo que se sabe. Se enseña lo que se es”.
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