REPUBLICANISMO DECORATIVO
Defiendo como forma de Estado una República Federal y me resbala que alguien me considere un republicano decorativo. Me da igual. Cuando uno lleva tantos años viviendo intensamente la política –y tragando reptiles infectos en aras del posibilismo- sabe que tarde o temprano deberá marcar una línea roja que no está dispuesto a traspasar. Mi línea roja de hoy -habrán otras- lleva el bonito nombre de República. Y me da igual si la apoya el diez o el ochenta por ciento de la ciudadanía, si el debate es considerado secundario o no por los próceres de la patria. Para mi modesta persona este tema se ha convertido, a día de hoy, en una cuestión de principios. Los elementos determinantes de mi republicanismo no son los tropiezos del Rey, sus cacerías africanas, su vida privada, los contratiempos judiciales de su familia ni las otras mil zarandajas publicadas por doquier. Mi postura es hija de un determinado ideario, del murmullo de la calle, del cabreo de los ciudadanos que se consideran ninguneados y manipulados.
He valorado positivamente, en más de una ocasión, los servicios prestados por la Corona en pro de la consolidación democrática de España pero considero, al mismo tiempo, que cuarenta años son suficientes para amortizar con generosidad la deuda contraída. Hoy, a nivel mundial, cualquier Monarquía deviene difícil de justificar desde la perspectiva de la igualdad y la lógica democrática. Reconozco que mi defensa de la República es a ojos de muchos políticamente incorrecta. Algunos amigos han dejado de retwittear mis post.. Más de un medio de comunicación, en otro tiempo proclive a difundir mis escritos, ha optado por el ‘Monarquismo’ y prefieren que hable de la abdicación de Duran. Algún compañero de batallitas políticas ha dejado de telefonear, no sea caso que le complique la existencia ante la mirada del Gran Hermano. Ya se sabe, cuando uno abandona el club de las aquiescencias absolutas suele perder el consuelo de la tribu.
No son pocos los “progres” conversos al monarquismo republicano. Sus artículos se prodigan no sólo en la prensa conservadora, sino también en aquella considerada hasta ayer como progresista o liberal. Algunos editoriales se empeñan en explicar por activa y por pasiva que el debate Monarquía-República no tiene sentido ni razón de ser. Pues bien; si así es ¿Por qué narices nos taladran constantemente con la inoportunidad del mismo y las bondades de Felipe VI?
Cada uno tiene derecho a marcar sus propias líneas rojas. Una de las mías para, el día de hoy, pasa por expresar las ventajas del sistema republicano democrático sobre el sanguíneo hereditario de la Monarquía. No me sirve esa cantinela de los que proclaman sin rubor “yo soy republicano pero apoyo a la Monarquía…” Eso sí que es republicanismo decorativo y farisaico. Sabido es que la comodidad es conservadora y sospecho que entre mullidos almohadones han instalado sus nalgas demasiados “progresistas”.
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