EL TIEMPO DE LO 'POLITICAMENTE CORRECTO' YA ES HISTORIA
Hoy la bandera tricolor vuelve a
ocupar las calles y plazas de nuestro país. La abdicación del Rey ha despertado
el republicanismo latente de muchos sectores de la sociedad española. No pasa
nada. Es natural que ello suceda. Somos miles los ciudadanos que guardamos en la
memoria el recuerdo de historias familiares y relatos de sueños perdidos.
Sueños fabricados en base a esperanzas y sed de justicia. Juan Carlos ha
prestado importantes servicios a España garantizando el escenario democrático con
su presencia en la jefatura del estado. De acuerdo, gracias por todo; pero permítanme
la osadía de plantear que queremos pasar página.
El tiempo de ‘lo políticamente correcto’ ya es historia. Va llegando la hora
de lo coherente, de lo lógico, de lo ‘simplemente
correcto’. Casi dos siglos nos separan de pensadores como Pi Margall o
Figueras; más de ochenta de la generación de la Segunda Republica. Suficiente
tiempo de lucha democrática el transcurrido para que podamos devolver el nombre
que le corresponde a cada cosa.
Se equivocan los políticos progresistas que van más allá del agradecimiento
a la Corona por los servicios prestados y nos piden renovar contrato. El
socialismo es esencialmente republicano. La izquierda española y catalana ha
sido siempre republicana. Tácticamente miles de demócratas aceptamos, en su día,
instituciones y banderas que no nos eran propias. Lo hicimos como mal menor,
como peaje para un tránsito pacífico hacia una nueva era. Bien, eso ya es
pasado. Se abre ante nosotros la posibilidad de ahondar en la restauración total
de los principios democráticos. ¿Vamos a renunciar a ello?
El Rey ha abdicado y el piloto automático de su sustitución se ha puesto en
marcha. Nada que objetar al respecto, es cuestión de ley, de Constitución. Ahora
bien, los ciudadanos tenemos derecho a cuestionar ese paso, esa forma de
estado, ese derecho sucesorio hereditario no votado y, por tanto, menos democrático. Tenemos derecho a ocupar
con la tricolor calles y plazas para explicar que si las monarquías, antaño, eran
consideradas de origen divino; hoy, las republicas, son expresión de lo más
justo y humano.
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