LOS OTROS NICOLÁS
La cosa tiene su morbo, si señores. Cuentan que el atrevimiento, la desfachatez, las argucias, estafas y trampas de Francisco Nicolás Gómez Iglesias -conocido popularmente como ‘El Pequeño Nicolás- va a inspirar una película de éxito asegurado. Si ello ocurre no será la primera vez que en nuestro país las aventuras y desventuras de un personaje son llevadas a la gran pantalla. Recuerden, entre otras, la película que narraba los avatares de ‘El Vaquilla’, o la que se inspiró en Eleuterio Sánchez, ‘El Lute’, y que llevaba por título: Camina o revienta.
Dicen también que el Pequeño Nicolás ha recibido un montón de ofertas televisivas y radiofónicas para explicar, en tono picarón y jocoso, sus andanzas. Algo parecido a lo que aconteció con ‘El Dioni’ cuando, tras fugarse al Brasil y ser extraditado a España para cumplir condena, volvió con un nuevo look, mucho desparpajo e incluso nos obsequió con un par de discos melódicos. ¡Qué país el nuestro! Hay gente e ideas para todo porque hay consumidores de todo; hasta de sinvergüencería simpática.
Explican los medios de comunicación que El Pequeño Nicolás se infiltro allá donde nadie llega; que las altas esferas del poder político, económico y de la seguridad del estado han sido su otro hogar, que ha besado mano regia y mil cosas más que aún no sabemos. Si señores, todo un trapisondista el muchacho, pero al final cazado y fichado va camino de dar explicaciones ante la ley por un sinfín de presuntos delitos.
Pero la doble vida y la astucia de Nicolás no son el motivo de estas líneas sino una simple excusa para hablar de los ‘otros’ Nicolás. Sí, de los grandes y voluminosos, de los finos, educados y cultos que se arriman al poder sin suplantar a nadie, pero sí para medrar. Les sugiero un pequeño ejercicio de atención. Observen ustedes la corte, la comitiva, el entorno que acostumbra a custodiar en sus paseos a alcaldes, ministros, concejales y demás aspirantes a algo. Detectarán rostros tensos, pasos acelerados, sonrisas sumisas, miradas complacientes, pasión por figurar, por chupar cámara y quedar inmortalizado en las instantáneas que un fotógrafo profesional va a capturar. Muchos de esos cortesanos son, en potencia, pequeños Nicolás sin delito, cierto, pero amantes del ‘quítate tú que me pongo yo’. Algunos de ellos gustan centrifugar culpas y recolectar éxitos ajenos sin rubor en su loca carrera para complacer al mando y prosperar en el escalafón.
Tras su periplo por las dependencias judiciales Nicolás Gómez goza de libertad provisional. Los otros, los grandes a los que me refiero siguen sueltos por ahí. ¿Quiénes son? ¿Cómo se les detecta? Muy sencillo: Son los que no han dudado ni un momento en de cambiar de chaqueta; son los que siguen acríticamente las corrientes dominantes y se fotografían junto a los nuevos triunfadores; son los que se prostituyen intelectualmente con la pluma o el micrófono en la mano…. A esos nadie les llevara ante el juez -no hay delito, es obvio- pero no lo duden ustedes, gozarán de prebendas y serán generosamente entrevistados por la prensa y televisión amiga, como en su día lo fue el Dioni.
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