SOBRE LA POLICÍA
Algunos radicales de tres al cuarto viven en otra época. Aun no han interiorizado la diferencia sustancial que hay entre los cuerpos de seguridad de un estado democrático y aquellos que son el brazo ejecutor de dictaduras y regímenes autoritarios. Estos antisistema de escaño parlamentario y poltrona municipal – para estar limpios de pecado institucional- deben bañarse cada día con el agua bendita de la radicalidad. Para ello nada mejor que arremeter, maldecir y desprestigiar la labor de las fuerzas de seguridad. Tanto da que sean de ámbito estatal, local o autonómico. Vilipendiar lo uniformado sale gratis, y más cuando los gobiernos en el poder esconden temerosos la cabeza bajo el ala. Los mandamases temen ser tildados de autoritarios o cómplices de decisiones judiciales con implicaciones políticas. Les tiembla el pulso.
Muchos policías están hartos. Algunos incluso desmotivados ante tanta desprotección en el ejercicio de su labor. Se sienten institucionalmente desamparados, incomprendidos e incluso castigados. La situación es preocupante. No les voy a hablar en estas líneas de personajes como Garganté, ni de los líos del top manta, ni de los okupa de Can Vías o Gràcia, ni de concejales insumisos con el poder judicial… No, la lista sería muy larga. Simplemente les quiero hacer participes de una atmosfera enrarecida que perjudica, a mi entender, la convivencia ciudadana.
Es por todo ello que uno comprende que la ‘Plataforma Profesional de Fuerzas y Cuerpos de la Seguridad del Estado’ –que cuenta entre sus miembros a sindicatos y asociaciones de policías de todo tipo- ha convocado para el próximo día 17 de enero una manifestación en Barcelona.
Están hartos si señores, hartos de vivir bajo sospecha permanente. Reclaman respeto institucional y garantías jurídicas para realizar su trabajo dignamente. Lamentan la impunidad con la que actúan los antisistema amparándose en el sistema.
Las policías de un estado democrático están sujetas a control político, normas y leyes. ¡Claro que sí! Pero su labor no puede quedar supeditada ni al capricho de los radicales ni a la tibieza de políticos pusilánimes. En Cataluña abundan los unos y los otros.
Permítanme, para concluir, les recuerde aquella frase de Honoré de Balzac que decía: ‘Los gobiernos pasan, las sociedades mueren, la policía es eterna’. Y un servidor la quiere eternamente democrática.
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