DURAN I LLEIDA, EL CAMPEADOR
Dicen que Duran está políticamente acabado, amortizado, muerto. Quizás sí, no lo discuto, pero les aseguro que no lo está intelectualmente. Al contrario, tengo la certeza que la lucidez de sus análisis sigue aterrando a ex socios de coalición y a los vividores del ‘procés’. Duran apunta y da en la diana. Duran profetizó y profetiza. Sus vaticinios se cumplen casi con precisión helvética, inexorablemente. Su último artículo, publicado en La Vanguardia, es el relato-retrato más preclaro que se ha escrito recientemente sobre los avatares y retos de la política catalana. Lleva como título el mensaje inequívoco de lo que piensa: ‘Drama, farsa, ridículo’.
A Duran i Lleida le aticé mucho cuando ejercía como portavoz de CiU en el Congreso de los Diputados. Escribí un libro-libelo poniéndolo a parir. Lo consideré, durante mucho tiempo, uno de los adversarios más inteligentes y ladinos del panorama político español. Huelga decir que no comparto su modelo económico ni su concepción de la familia y la moral. Él es profundamente conservador respecto a, por ejemplo, al aborto y los derechos individuales y un servidor no… Pero a pesar de tanta diferencia ideológica reconozco que acierta cuando describe lo que ocurre en Cataluña. Duran afirma que en este país el drama y el ridículo van del brazo, que estamos en la fase terminal de una etapa desoladora y a punto de situarnos fuera de la ley, que vivimos encerrados en una radicalidad estéril. El de Alcampell lamenta el peligro de ruptura civil que se cierne sobre la sociedad catalana al tiempo que define el diálogo, la transacción y el acuerdo como la esencia de la buena política. Nos insinuó aquello de ‘un pa como unes hósties’ y en ello estamos. Advirtió de la fragmentación partidista, y ahí está aderezada con populismos diestros y siniestros. Nos dijo que esto del ‘procés’ es un cuento chino y verdaderamente lo es. A pesar de ello sus detractores, antaño compañeros, siguen señalando que el veterano democristiano es un cadáver…
Cuenta la leyenda que Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid Campeador, murió abatido por una flecha perdida mientras contemplaba el campo de batalla desde una almena de la ciudad de Valencia. Cuenta, también, que antes de morir tuvo tiempo para ordenar que le embalsamaran. Dispuso que lo lanzaran al frente de sus mesnadas, a lomos de su caballo Babieca, contra los sarracenos… Así se hizo y gano una última batalla. Permítanme, con respeto y salvando las lógicas distancias, que encuentre similitudes entre ‘El Campeador’ y nuestro político jubilado. Duran i Lleida no monta a Babieca, ni blande la Tizona, pero sus análisis y predicciones hieren de muerte y aterran -por su verosimilitud- a los protagonistas de la farsa del ‘procés’. Acierta, da en el blanco y vence, sin combatir, usando la letra impresa. Sigue cabalgando y… ladran soltando espumarajos
<< Home