ZAPATERO Y LA ANARQUÍA
Luigi Fabbri (Fabiano,1877-Montevideo,1935) fue un ilustre pensador libertario italiano, escritor, educador y propagandista. Las largas temporadas en cárceles europeas privado de libertad no impidieron su notable contribución a la literatura política y revolucionaria. Entre sus obras más conocidas se halla un pequeño opúsculo titulado ‘Influencias burguesas en el anarquismo’ (1918), donde narra la concepción particular y reaccionaria que tienen las clases dominantes alrededor del cosmos anarquista y libertario. Luigi Fabbri escribió: ‘A menudo en la propaganda somos violentos, no tanto para convencer como para despechar a nuestros adversarios, o para hacer un ‘bello gesto’ literario.
Hace pocas semanas un prestigioso analista político catalán nos decía en sus artículos que las primarias en Francia permitieron la salida a la superficie de los más bajos instintos con el consiguiente deterioro de la convivencia partidaria. El todo vale no fue una buena receta para el debate sereno y ahí están las consecuencias: un giro político copernicano y nuevos protagonistas.
En España las primarias socialistas tampoco han estado exentas de despropósitos. Comentarios lamentables y salidas de tono los ha habido por doquier y nadie está libre de culpa. Se ha intentado despechar, y mucho, con violencia verbal. Cierto, pero el uso inadecuado de algunos conceptos son, a mi modesto entender, merecedores de examen y puntualización. Cuando José Luís Rodríguez Zapatero relacionó las propuestas de Pedro Sánchez con la anarquía y el desorden erró. El uso perverso y peyorativo de la palabra anarquía asociándola al caos, lamentablemente, forma parte de ese imaginario colectivo conservador y reaccionario que un individuo de izquierdas no debería adoptar. Cuando se emplea el relato, o el discurso de fondo de los adversarios, para argumentar criterios propios se corre el riesgo de desdibujarse. Al PSC le ocurrió algo así cuando intentó confraternizar con algunos postulados del nacionalismo catalán… Pero ese es otro tema.
Fue la identificación de anarquía con desorden la que motivó en su época a Luigi Fabbri a escribir el libro anteriormente mencionado. Su contenido es parte de un combate intelectual destinado a vencer las simplificaciones, hasta el absurdo, acerca del pensamiento libertario. Obviar el fondo armonista y federalista del socialismo no autoritario -como hizo Zapatero- es lanzar piedras sobre el propio tejado. El insigne geógrafo y pensador Elisée Reclus explicaba que la anarquía era la más alta expresión del orden. Es decir: la antítesis perfecta del caos. Una forma de funcionar que limita y reduce a su mínima expresión todo tipo de fuerza engendrada por el autoritarismo, la violencia o la coacción.
Pasados los calentones verbales propios de debates y primarias urge devolver a cada cosa su significado y su nombre. Es hora de apaciguar el verbo y reflexionar hasta conseguir esa armonía idílica que rima con la anarquía de la que nos hablaba Elisée Reclus… Aunque suene a utopía.
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