EL ‘PROCÉS’ Y LOS ARAÑA-DENCÀS
Los procesistas más tediosos son, sin lugar a dudas, los que viven a expensas del erario público. Los hay que ejercen de diputados o de concejales, los hay enchufados por designación directa. También los hallamos en la nómina de determinados medios de comunicación -y bien remunerados- gracias a las generosas subvenciones que dispensa el poder. Estos últimos son los escribas a sueldo, sofistas indispensables para difundir el relato.
Los procesistas profesionales son tremendamente aburridos y repetitivos. Llevan cinco años dando la lata vendiendo paraísos a dieciocho meses, escenificando grandes eventos de fervor patriótico. Saturan y agotan. Pero, afortunadamente, no todo es eterno y parece ser que el culebrón tiene fecha de caducidad. ¡Aleluya!
En esta partida de tute que es la política española se ha repartido ya la última mano. Cada jugador posee sus cartas. Aun está por ver de qué palo va ir la cosa. Los sensatos piden oros y copas para abandonar la timba, otros prefieren bastos creyendo así ganar la partida, cantar las cuarenta y llevarse la caja.
Insisto: estos procesistas son tan tediosos como endogámicos. Recientemente hemos asistido a la enésima representación de la desobediencia oral sin firma ni documento oficial. Se ha criticado hasta la saciedad -y la zafiedad- al Estado, invocando a la ONU y menospreciando los logros democráticos fruto de la Transición…
La machacona liturgia procesista, convenientemente retransmitida por tv3 y Catradio, va dirigida a una parroquia a la que urge adoctrinar para ‘la gran prueba’. En momentos de turbulencias y tentaciones es preciso reforzar con predicas milagrosas la fe de los creyentes. Y si alguien, poseído por la duda, discrepa, siempre queda la opción de los exorcismos modelo Baiget. Estos procesistas profesionales son aún más cargantes cuando emulan las artimañas de Queipo de Llano. Con y sin foto sabemos que los asistentes a las ‘perfomances’ del Pati dels Tarongers son los mismos que presencian al acto del Parlament y el del Teatro Nacional… Viven de eso.
La partida ya está en danza. Prepárense para un desenlace no exento de fuegos artificiales. Dispónganse a oír lamentos y frases gruesas; también a descubrir, de una vez por todas, quien juega el rol de Capitán Araña en este serial. Sí, el de aquel vasco que, en el siglo XVIII, recorría el litoral español reclutando gente para combatir a los insurrectos en colonias y mientras él se quedaba en tierra bien resguardado. Ojo avizor también para, cuando suene el primer chupinazo de esta feria, identificar a los Dencàs de turno que intentaran huir por las alcantarillas, armados de ‘seny’, sin dar batalla. No sé a santo de qué me viene a la mente aquel conseller de Governació, de 1934, que marchó raudo hacia Italia mientras sus compañeros purgaban presos acusados de sedición.
Los manuales de historia explican que tras el romanticismo llego el realismo… Y la vida sigue.
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