BASSAS Y LA GUERRA FRIA
Cuenta la sabiduría popular que lo cortés no quita lo valiente. De ahí que un servidor de ustedes no tenga reparo alguno en felicitar públicamente a Antoni Bassas por el premio literario que le ha sido otorgado. Tampoco en reconocer su larga, fecunda y dilatada trayectoria profesional. Las viejas polémicas y discrepancias políticas no pueden ni deben ocultar nunca el mérito del que lo posee. No obstante, este reconocimiento no implica, como es obvio, compartir discurso, mensaje y disquisiciones varias que ha sugerido Antoni cuando le han interpelado en prensa tras el galardón.
Cuenta Bassas, en una entrevista publicada en la Vanguardia, que hubo un tiempo en que los diputados que seguían la marcha de la radio televisión pública, pensábamos y nos movíamos en términos de guerra fría entre convergentes y socialistas, o en términos de ortodoxia y mantenimiento del poder. Según se desprende de lo leído, en esas circunstancias él devenía un “sufridor” colateral del conflicto, pues se hallaba sujeto a presiones políticas de toda índole que ponían en entredicho su libertad como periodista. Aguardaremos a la publicación del libro para comentar el tema con mayor detalle. Quizás hubo algo de esa guerra fría que insinúa Bassas. No lo discuto, pero creo que el nudo gordiano de su marcha de Catalunya Radio no radicó en lo político, sino más bien en lo económico y contractual. Fue la directora de la CCMA, Rosa Ma Cullell, la que en sede parlamentaria afirmó explícitamente que “el Sr. Bassas se marchó porqué no quiso renovar un contrato”. Pero esto es agua pasada y hoy, ya de escaso interés.
Espero que la reflexión acerca de la radio y televisión pública que nos ha prometido Bassas en su libro aborde en profundidad no sólo la anécdota, que puede hacer atractiva una obra de esas características, si no el fondo; por ejemplo: ¿Cuál es el papel de una radio y televisión públicas en pleno siglo XXI? ¿Qué características debe tener en una sociedad como la catalana con riesgo de fractura social? ¿Dónde comienza la información y dónde se ha de ubicar la opinión de los profesionales? ¿A quién ha de dirigirse una televisión de todos, nacional, y cómo? ¿Cómo segregar la información de la opinión para evitar manipulación y equívocos? ¿Quién ha de garantizar la objetividad de los contenidos y los temas? ¿Es lícito que los conductores de programas editorialicen marcando su propio criterio? ¿Pueden los medios públicos convertirse en los artífices de un universo simbólico nacionalista?... Pasqual Maragall fue partidario de que las editoriales de los medios -¡Privados!- marcaran su línea, pero jamás los públicos que se deben a la objetividad y a la más estricta neutralidad.
Ha pasado más de una década desde que Antoni Bassas marchara a Estados Unidos, pero las preguntas de entonces siguen ahí, sin respuesta. Y lo que es más grave, con la percepción en una parte considerable de la ciudadanía de que la televisión y radio, que pagan con sus impuestos, no trabaja para ellos. Atrás quedo la guerra fría, cierto, pero algunos pretenden que vivamos en su burbuja ( y no es ‘la nostra’).
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