Una oposición insensata....
La añoranza de poder, las prisas por intentar regresar al gobierno, conducen al PP y a CiU a practicar un tipo de oposición con indeseables efectos secundarios. Según el autor del artículo la cohesión social, el respeto a las personas y la convivencia se resienten como consecuencia de sus prácticas políticas.
El Gobierno de la Generalitat presidido por José Montilla funciona. El ciudadano de a pie comprueba con alivio como van quedando atrás las trifulcas de otros tiempos y las discusiones bizantinas. Hay reparto de papeles y de protagonismos. Las funciones de cada cual están milimétricamente asignadas. Las estridencias han dado paso a la concordia e incluso las divergencias -lógicas en una coalición integrada por diferentes partidos- son dirimidas con discreción. El nuevo gobierno de la Generalitat es el paradigma de un sano sincretismo en la gestión, sin renuncias. Se sustenta sobre un discurso y una práctica política basada en una clara preocupación por lo social. La nave va. Atrás han quedado tres años de gobierno agitados por un debate estatutario largo y fatigoso. Atrás quedan también más de dos décadas de lamento victimista conducidas, eso sí, con sabia rentabilidad, por Jordi Pujol.
Hace poco, un eminente articulista, argumentaba que el desapego y rechazo de la ciudadanía a determinadas formas de hacer política se compensaban hoy por los efectos balsámicos de un enfoque racional de los problemas, por un tratamiento riguroso y por una autoridad presidencial reconocida y admitida. Temas como el llamado decreto del castellano o la polémica alrededor de la ley de la dependencia se han abordado recientemente des de una impecable perspectiva de interés no solo gubernamental si no también de país. Se han vencido, por fin, las singularizaciones partidistas. En pocas palabras, se ha gobernado con rigor. Bien. ¿Y ahora qué? ¿Este rumbo y velocidad de crucero constante que ha trazado el ejecutivo catalán implica mecánicamente que tendremos una legislatura tranquila? No, en absoluto. Más bien al contrario. Ante este pacífico escenario aquellos que pronosticaban grandes males y peleas irreconciliables en el equipo de Montilla se han visto obligados a cambiar de táctica. CiU y PP se devanan los sesos trazando caminos para propiciar a corto plazo el deterioro o derribo del gobierno de la Generalitat catalana. Sus artimañas opositoras son insensatas. Veamos: CiU se acredita a sí misma como una gran avaladora y defensora de l’Estatut. Su estrategia no deja de ser una huida hacia delante a la espera de los resultados electorales de las próximas elecciones municipales. Los de las autonómicas no fueron suficientemente buenos para sus intereses. La suya es una crisis aplazada. Los dardos envenenados de los nacionalistas apuntan a Montilla, pero las cargas de profundidad más virulentas van dirigidas a fragmentar la cohesión del gobierno intentando excitar las bases de ERC. CiU no está sola en este empeño. Algún que otro articulista y medio de comunicación juegan también, por ejemplo, a potenciar la imagen divergente y “ultra patriótica” de personajes como Joan Carretero. El método no es nuevo. Históricamente ERC ya ha sufrido en propia piel este tipo de maniobras. Y es que, amigo lector, CiU teme que cuatro años más en el dique seco de la oposición puedan sumirla en una triste agonía camino del ocaso. La esperanza de los nacionalistas conservadores para salir de su agujero se basa hoy en intentar exacerbar o crear contradicciones entre los socios del gobierno para que estalle por los aires la coalición. Prepárense porque esta gente va a agitar la bandera del patriotismo más que nadie. ¡Cuanta pobreza argumental! Convendrán conmigo que estos planteamientos no contienen ni intereses de país ni propuestas programáticas. Tras esa actitud subyace una inteligencia escasa y solo atisbamos una pizca de algo que podríamos calificar como “astucia primaria”.
<< Home