El blog d'en Joan Ferran

13.12.07

LA VERDAD CONTADA POR UN AMIGO



Las declaraciones de Joan Ferran en una entrevista en EL PERIÓDICO han desatado una fuerte polémica. Y alguna palabra de trazo grueso le ha supuesto una lluvia de insultos y descalificaciones muy poco edificantes.Pese a compartir el fondo de lo que plantea Ferran, creo que la expresión "arrancar la costra" no fue adecuada. Primero, porque no creo que haya que "arrancar" nada, sino que lo que hay que hacer es asegurar pluralismo e independencia, voluntad de expresar el conjunto y no ser solo portavoz de una parte. El segundo motivo es que la palabra costra remite a la mejora de una herida que se está curando, y yo no soy tan optimista.Por eso creo que hay que hablar de piel. De piel y de órganos, músculos y huesos de un cuerpo engendrado, traído al mundo, amamantado y crecido a partir de una determinada forma de concebir el mundo, de concebir Catalunya. De una forma que algunos han pretendido que fuera la forma catalana de ver las cosas. Una forma tan natural que parecía completa. Y, de hecho, lo era para muchos. Para la mayoría de sus oyentes, muchos de los cuales reaccionan de forma virulenta ante las críticas. Es hasta cierto punto natural: décadas esperando que llegasen una radio y una tele públicas catalanas y una mirada objetiva sobre el conjunto del panorama audiovisual que disfrutamos y sufrimos despiertan solidaridad con los medios públicos del país. Es menos comprensible la reacción airada de algún profesional de estos medios que parece olvidar que trabajar con total independencia y recibir un sueldo público implican aceptar la crítica.Pero, desde muy pronto, a juicio de algunos, la visión de Catalunya que respiraban su radio y su televisión nacionales no era completa. Y no solo no lo era para los que opinábamos así, sino que intuíamos o entendíamos que tampoco lo era para una parte muy significativa de ciudadanos que no veían, no entendían, no concebían nuestro país de la forma dominante en los medios públicos. Yo no quiero una radio y una tele nacionales propicias, sino que permitan que las sienta como propias. Nuestras de un nosotros grande, no nostrades de un nosotros pequeño. Nacionales, no solo nacionalistas.Tambien he de decir que con demasiada frecuencia he sentido la radio y la televisión públicas como adversas. Con demasiada frecuencia he sentido que los informadores opinaban. Y que los opinadores militaban. Con demasiada frecuencia me he sentido tratado de botifler por ser socialista y tener un proyecto para el conjunto de España. Con demasiada frecuencia, durante años, me había sentido tratado de poco catalán por sentirme barcelonés (¡como si tuviera que elegir entre una cosa y otra!). Con demasiada frecuencia me había sentido tratado de anticatalán por no quererme ir de España. Y me había sentido así al escuchar lo que decían un considerable número de presentadores, tertulianos, comentaristas, humoristas de la radio y la televisión de mi país, Catalunya. Como decía François Villon, con demasiada frecuencia en mi país me han hecho sentir en tierra extraña.Muchos de quienes han reaccionado airadamente ante las opiniones de Ferran apenas pueden disimular su hipocresía. Son los que al formarse el primer Govern de izquierdas proclamaron que empezaba un periodo anómalo en Catalunya. Los mismos que dijeron, al cabo de pocas semanas, que ya había empezado la gran campaña para desnacionalizar la CCRTV. Si algo me cuesta digerir son las afirmaciones cargadas de prejuicios. Porque un prejuicio es un obstáculo a la razón. Y el sectarismo suele ser el escudo de quienes quieren ocultar su escasez de razones.¡Cómo me gustaría que Catalunya Ràdio fuera también la emisora de la Juani y sus amigas! Chicas catalanas, escolarizadas aquí, usuarias de Cercanías, afectadas por los problemas que la llegada del AVE ha causado a Bellvitge y Gornal. ¡Y cómo me gustaría que fueran espectadoras asiduas de TV-3, y no solo ocasionales de Efecte mirall, ellas, y de La Mari, sus madres! Pero cuando llego a la triste conclusión de que ellas no consideran que estas sean su radio y su tele, siento un escalofrío. El vértigo que se siente ante una grieta profunda. De un espejo roto. Y me pregunto si de verdad tenemos unos medios públicos que merezcan el nombre de nacionales.
Publicado en "El Periodico"