Y AHORA TOCA DISTRAERNOS CON EL BURKA...
No creo que Duran i Lleida tenga nada que ver en este asunto, pero estoy convencido de que el gobierno que preside Artur Mas tiene forzosamente algo de evangélico, de bíblico. Quizás goce de la protección de un ángel de la guarda, o quizás ha firmado un pacto secreto con un diablo travieso a sueldo del nacionalismo conservador. El ejecutivo catalán siempre cae de pie, como los felinos. No importa que miles de ciudadanos se manifiesten contra el cierre de centros sanitarios, quirófanos y hospitales. ¡No pasa nada! La democracia es eso y la crisis también. No importa que un par de iluminados taponen la espita de las prestaciones sociales básicas a los más débiles escudándose en la lucha contra el fraude. Tampoco que el conseller de Interior sea incapaz de garantizar la seguridad y el acceso de los diputados al parlamento catalán. ¡Para eso se inventó el helicóptero! Tranquilos.
En este país no importan nada las chapuzas del gobierno autonómico porque siempre queda el recurso de reclamar, en Madrid, los más de mil millones de euros que nos adeuda Zapatero y no ha pagado. Es más, cuando este argumento pierde fuelle el ángel, o el diablo travieso a sueldo del nacionalismo conservador, nos suelta una reforma constitucional que da que hablar, que permite inyectar en vena el curalotodo del victimismo y el anuncio apocalíptico de que la galaxia autonómica se autodestruirá porque lo vaticina el patriarca Jordi Pujol. Y así, entre una cosa y otra, el gobierno de los mediocres –Alicia Sánchez Camacho dixit- va pasando los días recortando, cobrando y exigiendo sacrificios a los catalanes humildes. Mientras tanto los muchachos que rodean al president, para entretener al personal, modifican matrículas, aconsejan no beber vino de Rioja e intentan que Oriol Pujol aterrice en Madrid marcando a Duran. ¡Ah! Y de propina se pasan por el forro el acuerdo unánime del Parlament respecto a la sexta hora de nuestras escuelas… Y el país aguanta y la oposición no encuentra eco a sus quejas en la prensa “amiga”.
La guinda del pastel la pone, sin sonrojo, un conseller de tupé engominado, que atiende al nombre de Mena y que anda tan diestro en soltar latinismos como torpe en el arte de la pedagogía política. Y no pasa nada, y el país aguanta de nuevo esta sobredosis de incompetencia. El gobierno de Artur Mas lo hace mal, muy mal, pero su ángel de la guardia insiste y le suelta, a la desesperada, la sentencia del TSJC sobre la inmersión lingüística. ¡Alarma! Ahora toca cerrar filas con el president ante el atropello que se avecina orquestado en los calabozos de la judicatura. Y vamos todos “con flores a María” obviando la impericia gestora del timonel convergente y de sus grumetes en aras defender lo que hasta hoy ha funcionado correctamente: la inmersión lingüística. En esta ocasión, por mucho que lo intenten los del llamado “pinyol”, no van a poder culpar a los socialistas. El ejecutivo catalán dormita sobre la nube de la suerte. Su nefasta acción de gobierno se difumina tras un encadenado de acontecimientos. Pero eso, amigos míos, tarde o temprano se agota y las coartadas pierden consistencia, los milagros se acaban y los duendes se venden a otro postor. La legislatura es joven, se prevé complicada y va a llegar el momento, no lo duden, en que cada cual deberá asumir su responsabilidad sin coberturas ni suertes añadidas de ningún tipo. La gente de Mas lo sabe y tiemblan pensando en el futuro.
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