DOS SISTEMAS POLITICOS
No hay entre Carlos Marx y Pi Margall gran distancia ideológica. Todo ideal representa un fin y no un medio, y en ellos la divergencia está sólo en el mismo medio, pues que el fin es el mismo; los dos propugnan por la unidad social del mundo. Además llevan un mismo espíritu democrático y van guiados por un mismo sentimiento, cual es el de obtener una mayor justicia social. Es de notar que lo que mayormente destaca en las ideas de estos dos grandes hombres es su muy sentido amor a la verdad humana.
Marx quiere hacer la unidad social del mundo mediante la abolición de los privilegios raciales de clases y quiere para todos los hombres una misma condición moral. Cree que esto es posible lograrlo mediante la educación de su conciencia y su inteligencia en forma igual en todos y confía en que por este sistema se llegaría a la civilización de tipo uniforme de la personalidad humana.
Tiene sus puntos de razón al suponerlo, pues que es sobradamente sabido que las facultades emocionales e intelectuales del hombre, aunque son genéricamente raciales, no son directamente hereditarias, sino que se desarrollan por la acción educativa que se ejerce sobre ellas. Así es que se ve con frecuencia que hombres de gran inteligencia engendran hijos que son unos zoquetes, y también padres de fondo anímico detestable producen hijos de elevados sentimientos, o al revés en ambos casos.
La experiencia de estas cosas da a entender que una civilización más perfecta puede producir hombres más perfectos. Tal vez por esta razón Marx sitúa las fuerzas generadoras del dinamismo humano en manos de la colectividad y no del individuo, y cree que éste es efecto y no causa del estado social en que se desenvuelve su personalidad. No es posible negar que el hombre lleva anexo a su naturaleza un estado social ineludible, ya que no tiene, por sí solo, ni tan siquiera facultad procreativa y necesita asociarse a otro ser para ejercer esta función imperativa de la especie. En el hombre no puede ser esta unión simplemente material, sino que la reviste de espiritualidad y de hecho crea esto su primer estado social. El vínculo familiar es naturalísimo en nuestro ser por la facultad anímica que poseemos y trasciende a numerosísimos seres por sucesivas generaciones. Las tribus primero y luego las razas y también algunos pueblos son producto directo de este vínculo familiar. Así es que no cabe duda que el hombre, sea cual sea su origen racial, forzosamente procede de un estado social de sus precursores, por cuya razón debemos convenir en que nuestra individualidad es posterior a un principio social que estableció la Naturaleza.
Pi i Margall acepta en sus teorías este principio social, pues no concibe la individualidad sin una verdadera disciplina social; pero cree que las fuerzas generadoras de nuestro dinamismo están en el individuo por la facultad que éste tiene de su libre albedrio, con la cual determina las posteriores situaciones colectivas y sus respectivos estados sociales. Para este gran pensador la vida colectiva es una consecuencia de la vida individual. Bajo el punto de vista político y económico tiene toda la razón; pero es evidente que la condición moral del individuo será siempre una consecuencia de la clase de civilización que adopte el mundo, así es que es la sociedad más que el propio individuo la que puede influir la calidad e intensidad de la espiritualidad humana.
Se conceptúan individualistas las teorías de Pi Margall por la preponderancia que concede al individuo sobre la colectividad; pero reconózcase que es un individualismo sujeto siempre a un principio social. Si observamos tal cual está constituido el mundo, con la variedad racial que lo caracteriza, encontraremos mucho más práctico el sistema político por el defendido, pues que a un cuerpo vario no le puede sentar bien un hábito tan uniforme como el que pretende imponerle Marx. El sistema que éste preconiza tendrá más fácil adaptación cuando el mundo haya pasado por una civilización más depurada y concisa en normas y principios, pero mientras el mundo se tal cual es vario en todos los órdenes, hay que estructurar su vida social aceptando esta variedad que ofrece y que es, de momento, irreductible.
El sistema federal que defiende Pi Margall tiene un sentido mucho más práctico que el socialista de Marx, y es porque aprovecha la actual variedad de materia humano que contiene la sociedad sin tener que transformarlo en su naturaleza y, en cambio, Marx necesita desnaturalizarlo de sus formas actuales. Es innegable que lo que éste pretende es posible hacerlo, pero precisa que el mundo sufra una serie de evoluciones en todo orden de cosas para predisponer en sentido favorable a este gran ideal humano las fuerzas que con sobrada independencia unas de otras producen la vida social actual.
La ventaja del sistema federal es que puede reunir en apretado haz todas estas fuerzas hoy dispersas y guiarlas hacia un objetivo superior y común a todos en todo orden de intereses. Sin una asimilación de estos intereses no es posible la unificación que Marx pretende; en cambio, a Pi Margall le interesa más, de momento, esta asimilación, porque sabe que ésta da origen a la unificación. Al fin los dos persiguen lo mismo, o sea la unidad social del mundo, sólo que Pi Margall defiende la táctica más conveniente al momento actual y Marx la del día de mañana.
J.CASAS CARTAÑÁ
Publicado en:
EL DILUVIO 9 DE MAYO 1933
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