El blog d'en Joan Ferran

24.6.13

LAMENTABLEMENTE CADA UNO VA A LA SUYA





POMPAS DE JABÓN


Escribió Antonio Machado en sus Proverbios y Cantares aquello, tan leído y oído, de que no ambicionó ni persiguió ‘la gloria ni dejar en la memoria de los hombres su canción’. Insinuaba el poeta que se deleitaba con lo pasajero, con lo efímero. No lo consiguió. Sus versos son y serán declamados infinitas veces en teatros, escuelas o universidades, su letra musicada por grandes artistas como Joan Manuel Serrat. Nos cuenta también el ilustre sevillano que ama un mundo fugaz al que describe como sutil, ingrávido y gentil. Un mundo ilusorio, quebradizo y trémulo como el de las pompas de jabón.
Pero de esferas huecas e iridiscentes también las hay fuera de la poesía. Son las grandes pompas de jabón en las que se encierran algunos de nuestros políticos sin avistar que otras pompas, quizás más grandes, peligrosas y quebradizas, invaden el aire que respiramos…
 Observo, con preocupación, cómo el desacuerdo en la integración bancaria de la UE acentúa la inestabilidad financiera. En esta súper pompa cohabitan un montón de mecanismos para intentar superar la crisis, para facilitar el crédito, para combatir el paro y salvaguardar los servicios que el ciudadano precisa.
 Observo también cómo otra burbuja casera, débil y quebradiza flota indecisa -en punto muerto y absolutamente ensimismada ajena al mundo exterior- sin apenas desplazarse en dirección alguna. En ella sus habitantes y timoneles discuten acaloradamente acerca de la conveniencia –o no- de una consulta con una pregunta aun sin enunciado. Alguien debería explicarles que el ungüento curalotodo aun no esta comercializado.
Un poquito más allá alguien dibuja, desde su burbujita particular, un relato municipal para la capital del país aunando a todas las izquierdas en un ejercicio de voluntarismo no exento de una cierta candidez. Como si el futuro fuera menos volátil e inseguro que nuestro presente.
  A lo lejos, una gran pompa de origen centralista quiere posarse sobre las Administraciones para adelgazarlas, exprimirlas, sacarles el jugo y vender los restos. Y, más allá, vemos otra pompa, y otra y otra hasta el infinito.
El poeta decía amar los mundos fugaces. Los imagina ingrávidos y livianos. Pero nuestras pompas políticas de hoy no tienen nada de sutiles. Más bien evolucionan sobre sí mismas, aterrorizadas ante la posibilidad de reventar y caer sobre la nada; o lo que es peor, prisioneras de la ira de unos ciudadanos dispuestos a reinventar.
 Si, amigos, desgraciadamente muchas de nuestras pompas de hoy van a lo suyo. Y más allá de su nerviosa fragilidad sospechamos que -acuchillando el espíritu del poeta- persiguen la gloria propia, no el bienestar general.