GUERRA DEJANOS EN PAZ
No puedo
evitarlo. Cada vez que Alfonso Guerra sale del frigorífico me siento inquieto. Confieso,
sin ir más lejos, que su último libro de memorias me causo desazón. Olía a
revancha, a guiso auto justificativo con ajuste de cuentas.
Ayer volvió a
subir a la lidia mediática para atizarle un directo a la mandíbula del PSC y
una patada por lo bajines a Rubalcaba. Mal asunto para perro flaco. Mal
servicio a los resistentes que confiamos en la posibilidad de una salida
negociada que contemple una reforma de la Constitución en una perspectiva
federal. Y es que algunos deberían entender que, al igual que en Catalunya nos
negamos a admitir que cuatro nacionalistas iluminados repartan patentes de catalanidad,
también va llegando la hora de recordarle a la vieja guardia del PSOE que nadie
posee en propiedad el copyright del socialismo en todas sus variantes. Si los
viejos próceres del socialismo de la Transición no comprenden que la sociedad
es dinámica y que urge adecuar el discurso a los nuevos tiempos mejor que se
retiren, dejen paso o escriban sus memorias.
La
socialdemocracia lleva más de un siglo meditando y discutiendo como encajar las
cuestiones llamadas ‘nacionales’ en sus discursos y programas. Nunca fue ello
tarea fácil y exenta de polémica y tampoco lo va a ser ahora. Ya Eduard
Bernstein o Karl Kautsky, a finales del
siglo XIX y principios del XX, discutieron con pasión acerca del sentido de los
estados nacionales y del papel de la
clase obrera respecto al nacionalismo. No en vano Rosa Luxemburgo defendió con
fiereza su convicción de que el apoyo a los estados nacionales era la antesala
de la contrarrevolución capitalista…Alfonso Guerra sabe que en Europa llevamos
más de ciento cincuenta años debatiendo el rol de los partidos de izquierdas en
la dinámica de los estados y las naciones. Sabe, o debería saber por
experiencia personal, que nada es estático y que uno de los principales
problemas actuales de la familia socialista es
hallar respuestas a las preguntas y retos de la sociedad. Entre esos retos se visualiza
la emergencia de fenómenos culturales, religiosos e identitarios de nuevo cuño.
Mariano Rajoy nos
golpea con la literalidad de una sacrosanta Constitución sin aceptar
interpretaciones ni lecturas compartidas. Alfonso Guerra apela al rescoldo de un
sentimiento socialista que pervive en el pensamiento de muchos ciudadanos pero obvia
que esa brasa hoy prefiere manifestarse de otra manera distinta a la suya. Con
todo respeto y consideración, creo
sinceramente que el socialismo de Guerra esta gastado, es tan estático y
paralizante como el dogma ‘ppmariano’ de
la Constitución.
Hay un nuevo
socialismo en puertas crítico y de base emergiendo en la sociedad. El PSC
intenta dialogar y congeniar con él. Lo hace a pesar de los viejos guerreros defensores
de las esencias que se resisten a salir del escenario. Todo el mundo sabe que el PSC no es independentista
ni nacionalista. Se define sin tapujos como federalista. Cualquier otra consideración
al respecto deviene impropia y maliciosa.
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