Comentario, siempre lucido, de Ferran Gallego a mi ultima entrada del blog
Sólo, precisamente, cuando se ha ejercido la responsabilidad en los momentos en que la correlación de fuerzas lo exigía, se puede uno tomar no el capricho o gusto personal, sino la decisión política de defender algo. La República nada tiene que ver con lo bien o mal que te caiga el rey, como imagino que la monarquía poco tendrá que ver con la personalidad de un presidente. En Italia, con determinados individuos, habrían tenido que llamar a Humberto II en varias ocasiones. La República es un concepto de la soberanía, en momentos en que el soberanismo se confunde con el nacionalismo. La República es la respuesta moderna a la crisis del Estado liberal, porque no se define por un equilibrio lógico de instancias normativas, sino por la voluntad del pueblo, del pueblo en un momento concreto de la historia, de definir un modo de representación y de arquitectura institucional que se considera alejado del antiguo régimen. La monarquía es una contradicción en los términos con los derechos del hombre y del ciudadano. La República no es solo una institución: es una idea completa de la democracia. Es lo que jacobinos y cordeleros, montagnards y girondinos, llamaron en su tiempo el espacio donde se ejercen las virtudes cívicas.
Cospedal soltó el otro día que la democracia es el gobierno de la mayoría, haciendo que la Alemania nazi se convirtiera en democracia con un solo salivazo televisivo. La democracia no es el gobierno de la mayoría: es la preservación de derechos fundamentales, incluso cuando hay un pueblo insensato que los quiebra (¿no es verdad, señora Le Pen?). La democracia es la voluntad general, que no es la suma de la voluntad de cada uno, sino la aspiración de una sociedad a unos valores que nos hacen a todos dignos de la ciudadanía. Y eso se llama República.
Abrazos
Ferran
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