PUIGDEMONT Y LA TRICOLOR
Sucedió un catorce de abril, y no precisamente el de 1931. El diputado Carles Puigdemont no era alcalde y, seguramente, sus sueños inmediatos y ambiciones aun no apuntaban hacia la presidencia de la Generalitat. Lo suyo era un modesto escaño en el Parlament por la circunscripción de Girona.
Aquella mañana primaveral, como cada año por esas fechas, un grupo de viejos combatientes republicanos españoles depositaron coronas de flores en el monumento que se encuentra anexo al Parlamento catalán. El acto tenía lugar, como de costumbre, en un ambiente fraternal y emotivo. Mientras tanto, en el interior del hemiciclo, las interpelaciones y mociones se sucedían placida y monótonamente. En transcurso del orden del día le llego el turno de subir al estrado a un diputado barcelonés para la defensa de una moción del PSC sobre las relaciones institucionales entre el ayuntamiento de la ciudad condal y la Generalitat. Se dio la circunstancia de que el parlamentario en cuestión lucia en la solapa un discreto pin con la bandera tricolor republicana. El diputado Puigdemont aprovecho la ocasión para ironizar, vía twiter, acerca de la ‘españolidad’ del símbolo en un intento de encasillar ideológicamente a su adversario político. Tras abandonar la tribuna de oradores el ponente fue informado de las jocosidades y chanzas del de Gerona. Instantes después se entablo una agria discusión virtual en la que, el socialista le recrimino al nacionalista la falta de respeto y consideración hacia una bandera, y un simbolismo, por la que habían dado la vida muchos ciudadanos catalanes…
Esta pequeña trifulca sucedió en abril de 2011. Han pasado cinco años y hoy Puigdemont ya no es un novato, ni tampoco un diputado del montón, que pueda permitirse el lujo de hacer chascarrillos o bromitas para enojo de federalistas, autonomistas o unionistas. Lo pasado, pasado está; pero la reciente publicación de libros, listas negras y manifiestos excluyentes exige de las principales autoridades del país un plus de respeto pedagógico hacia el diferente y el divergente. No en vano Lluís Rabell alerto sobre el racismo que viene y Gregorio Morán disparó contra el neofascismo lingüístico.
Estoy convencido de que este catorce de abril de recuerdo republicano el presidente de la Generalitat no encontrara en la bandera tricolor – ni en sus adversarios políticos- motivo de escarnio o cuchufleta sino consideración y respeto. Amén.
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