PISTOLAS I MOSSOS
No se estila. Ya sé que no se estila, que no está de moda defender o glosar la labor de las fuerzas y cuerpos de seguridad. Más bien al contrario. Sus actividades y quehaceres cotidianos son observados con lupa, generan polémicas mediáticas y sirven de munición para controversias políticas y parlamentarias.
Sí amigos, no se estila echarles flores pero conviene de vez en cuando hacerlo. Conviene transmitir desde la ciudadanía, la política, las administraciones y los medios de comunicación un mensaje de confianza dirigido a los profesionales de la seguridad pública. No importa si sus competencias son de ámbito municipal, autonómico o estatal; conviene hacerles llegar de forma inequívoca un reconocimiento por su trabajo. Sólo desde esa premisa se les podrá exigir, luego, niveles de excelencia en el desarrollo de su tarea. Quizás ha llegado el momento de romper para siempre estereotipos anacrónicos para explicitar, con nitidez, que las policías actuales son y están al servicio de la democracia. Son mejorables, no lo discuto, pero no se las puede injuriar gratuitamente, engañar ni prometer en falso. No se las puede abandonar cuando surge una incidencia o el conflicto. Precisan apoyo moral y material.
Escribo estas líneas al hilo de una nueva exigencia parlamentaria protagonizada por la CUP. Un capricho que deja en el dique seco la compra de unas pistolas eléctricas comprometidas, desde hace tiempo, por la Conselleria al cuerpo de los mossos de esquadra. Si el ejecutivo de Carles Puigdemont permite que la CUP marque el criterio de lo que ha de ser la política de Interior en este país no habrá jamás una policía eficaz, útil y respetada por los ciudadanos.
Insisto. Los profesionales de la seguridad pública necesitan precisamente eso: seguridad. Necesitan confianza en su labor y el cumplimiento de la palabra dada. Nada peor para el buen funcionamiento del Cuerpo que los devaneos y las trifulcas parlamentarias en las que son usados como mercancía o moneda de cambio.
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