SOBRE TORRA Y SUS DANNUNZIANOS
No, no lo haré. No voy a caer en la frivolidad de trazar comparaciones estéticas y éticas entre los gobiernos de Pedro Sánchez y Quim Torra. No es menester, saltan a la vista las diferencias. No obstante sí que me aventuraré a comentar, aunque sea a vuelapluma, algunos aspectos de sus respectivos relatos políticos. Han sucedido tantas cosas estas últimas semanas, y se han lanzado tantas apelaciones al diálogo, que no está de más repasar algunos pasajes de la historia europea para extraer lecciones del pasado.
En 1919 unas singulares tropas del ejército italiano ocuparon la ciudad de Fiume. Ubicada en la costa adriática su puerto fue, durante cierto tiempo, una de las salidas al mar de Hungría, como Trieste lo fue para los austriacos. Los ‘Arditi’, cuerpos de élite de la milicia italiana, comandados por Gabriele D’Annunzio -poeta, literato, militar, aviador y aventurero- establecieron allí su república particular a partir del otoño de 1919. Nacía, así, el Estado Libre de Fiume (Stato Libero di Fiume). Ferran Mascarell, como es obvio, no medraba porque aún no había nacido, pero aquellos osados nacionalistas crearon, a su aire, ‘estructuras de estado’. Lo hicieron con bandera tricolor, sellos postales, himno y constitución propia (La Carta de Carnaro) redactada por D’Annunzio y por el sindicalista revolucionario Alceste De Ambris. Su romántica aventura aguantó hasta que la marina leal al gobierno italiano, con un par de cañonazos bien orientados, hizo desistir de su actitud a los rebeldes. Hoy Fiume se llama Rijerka, forma parte de Croacia, pero es sabido que durante muchos años el control político de aquel territorio fue objeto de disputas sangrientas entre los estados hasta 1945. Pero, más allá de las batallas y las curiosidades históricas, fue en Fiume donde Gabriele D’Annunzio sentó las bases, las líneas maestras, de un nacionalismo precursor del fascismo. Muchas ideas y elementos del discurso dannunziano fueron adoptadas poco tiempo después por Benito Mussolini.
Gabriele D’Annunzio se encerró en Fiume. Creo para sí, y para los suyos, un mundo a medida, una burbuja irreal y un discurso político-místico que la lógica de los estados se encargo de doblegar.
Releyendo aquellos pasajes de la historia uno encuentra en las palabras de Quim Torra, y en las del núcleo duro del puigdemontismo, preocupantes similitudes con el pensamiento y la acción dannunziana. Defender una imaginaria república catalana, plantear la viabilidad de una asamblea de electos trashumantes, hablar de crisis humanitaria o disertar sobre futuras e idílicas constituciones está hoy más cerca de las peroratas patrióticas de ‘Il Vate’ (el poeta, profeta de Pescara) que no de nuestro tiempo. De ahí que esté fuera de lugar cualquier comparación entre el nuevo gobierno de Pedro Sánchez y el de Quim Torra. El de Torra es en blanco y negro; el de Sánchez huele a primavera fresca, viste color de esperanza.
A veces el uso de las palabras delata a los personajes y muestra la verdadera ideología que subyace en su interior. Algo así ocurrió, por ejemplo, en el pleno del Parlament cuando Ernest Maragall remató su arenga de bienvenida a los diputados con la frase. “Este país será siempre nuestro”. Voluntaria o involuntariamente Ernest incorporaba a su corpus doctrinal un elemento troncal de la retórica dannunziana. Cuentan los cronistas de la época que Gabriele D’Annunzio se encaramaba diariamente al balcón de la sede gubernamental para dirigirse a sus incondicionales seguidores. Con gran teatralidad y gesticulación solía hacer siempre la misma pregunta: ¿De quién es la victoria? Y la multitud respondía al unisonó: ¡Nuestra!... El Fiume siempre será nuestro. Hasta que dejó de serlo.
El léxico, las propuestas y la praxis de muchos de nuestros secesionistas está más cerca del nacionalismo dannunziano del siglo pasado que no de la modernidad. Aquellas palabras que, a principios de los años veinte, narcotizaron a parte de la ciudadanía regresan para incordio de los demócratas que respetamos las leyes.
Mientras unos hablan de dialogo otros recurren a conceptos como resistencia, odio o rendición. Mientras Sánchez apremia a Meritxell Batet para que aborde el tema catalán, Puigdemont insulta a Borrell. Empezamos mal o... quizás es eso lo que interesa a los dannunzianos catalanes.
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